La Declaración sobre educación cristiana y católica fue abordada, desde distintas perspectivas, por los sacerdotes Cecilio de Miguel, Hernán Enríquez y Juan Fernando García, en el foro “El Concilio Vaticano II y la Educación”.

La Declaración sobre educación cristiana y católica fue abordada, desde distintas perspectivas, por los sacerdotes Cecilio de Miguel, Hernán Enríquez y Juan Fernando García, en el foro “El Concilio Vaticano II y la Educación”.
En el 50 aniversario del Concilio Vaticano II, su Declaración Gravissimum Educationis sobre educación cristiana y católica fue motivo de un análisis, desde distintas aristas, en el foro “El Concilio Vaticano II y la Educación”, desarrollado esta mañana en el Auditorio San Lucas del Campus San Andrés, y donde participaron el Director de Pastoral, Pbro. Cecilio de Miguel; el capellán de la FACEA, Pbro. Hernán Enríquez; y el capellán de Educación, Pbro. Juan Fernando García, con la moderación del Decano de esta última Facultad, Jaime Constenla.
Luego de que el Decano de Educación señalara que en los documentos del Magisterio de la Iglesia la educación se plantea como un proceso que contribuye al desarrollo de la persona humana y su evangelización, el Director de Pastoral realizó una síntesis sobre la génesis y desarrollo del Concilio, desde donde surge la Gravissimum Educationis, promulgada por el Papa Pablo VI el 28 de octubre de 1965. El Pbro. indicó que en esta Declaración “no sólo se estableció la relevancia de las escuelas católicas, sino también de la educación como un derecho universal de la familia, la sociedad y la Iglesia”.
Por su parte, el Padre Enríquez expuso acerca de la concepción de educación que presenta el documento. “Los hombres, en cuanto participan de una dignidad de persona, tienen el derecho inalienable a una educación integral, que reconoce toda la condición humana y los cambios y aportes que la sociedad civil esté entregando”, expresó. Agregó que la educación cristiana persigue la madurez de la persona y también que ésta adquiera consciencia del don de la fe.
Además de señalar que en la Gravissimum Educationis se considera a la familia como la primera escuela de las virtudes sociales, donde los padres son los principales educadores, el sacerdote afirmó que en la Declaración se destaca la preocupación especial de la Iglesia por las universidades. “En ellas se cultiva el anhelo por alcanzar las máximas profundidades del saber, considerando los problemas y hallazgos de los últimos tiempos, y comprendiendo cómo la fe y la razón van encaminadas hacia la verdad”, dijo.
El capellán de Educación, en tanto, resaltó la consideración que el documento efectúa respecto de la escuela católica: “Ésta, en una sociedad pluralista, es desafiante a entablar un diálogo con la cultura, con los hombres. Su proyecto educativo está anclado en el Evangelio, y por valores objetivos y universales que dan sentido a la vida”.
Asimismo, sostuvo que en la escuela católica la calidad de la enseñanza está vinculada a la concepción cristiana del hombre y del mundo, debiendo educar en los principios morales, valores y virtudes que provienen del cristianismo.