Cecilia Gutiérrez, Unidad de Desarrollo Organizacional UCSC.
En mi afán de seguir instruyéndome sobre las relaciones humanas y el clima, llegó a mis manos un libro de la doctora Donna Hicks, académica de Harvard que habla de la dignidad, quedando gratamente sorprendida de su narrativa. Particularmente de una idea expuesta en varios párrafos: “si dedicas tiempo a las personas, tendrás tiempo y tendrás personas”.
Ella señala que antes de hablar de cualquier temática o técnica en el área del desarrollo organizacional, primero hay que “sanar las heridas infligidas en la dignidad de las personas”. Claramente me impactó, pues cada conversación que sostengo en los espacios de trabajo, hacen alusión a las consecuencias de conflictos pasados.
La doctora Hicks, en su rol de mediadora, señala que es muy importante “darse cuenta” que la dignidad humana no es una cualidad otorgada por alguien, sino algo inherente y que debe ser respetada. Respetar la dignidad del otro implica aceptar al otro, reconocer su desempeño en situaciones difíciles y brindar seguridad psicológica y emocional, entregando autonomía, comprensión y empatía. Desde ese punto de vista, es el líder quien está llamado a reconocer primero su propia vulnerabilidad, además del poder que tiene para afectar a otros.
Afectar la dignidad de otros, no es necesariamente una acción premeditada y muchas veces se realiza sin intención. Investigaciones en este ámbito señala que cuando se enfrenta un conflicto, la empatía disminuye y así uno puede justificar el tratar mal a alguien, pues le permite desconectarse de la forma de sentir de esa persona.
Hatch y Gardner citados por Goleman en su libro «Inteligencia Emocional» señalan que es preciso haber desarrollado el autocontrol y la empatía, para poder desenvolverse con inteligencia interpersonal y que el carecer de estas habilidades hace que personas altamente competentes en el ámbito cognitivo, fracasen en sus relaciones y sean considerados por otros como personas arrogantes, insensibles y difíciles.
Ser inteligentes emocionalmente, implica tener facilidad en la generación y desarrollo de procesos para negociar soluciones, alto nivel en el establecimiento de conexiones personales, sensibilidad y habilidad para el análisis social y la identificación rápida de las situaciones y roles que ocurren en su alrededor.
Por lo mismo, estamos llamados al liderazgo y a reconocer dignidad y ser empáticos. Quienes no lo han sido, han generado “heridas” que merman la confianza y, por ende, dificultan las relaciones y el clima. Es nuestro deber aportar a que cada persona se sienta bien en su lugar de trabajo y a generar ambientes nutritivos, acogedores y confiables. Se lo debemos a nuestros colegas y a nosotros mismos.