Cecilia Gutiérrez, psicóloga Unidad Desarrollo Organizacional.
Hace unos días, terminamos con éxito una jornada de capacitación, organizada por la DGE y DGP sobre Gestión del Cambio, que tuvo como objetivo tomar consciencia de la importancia, impacto y beneficios de gestionar los cambios.
Como seres humanos, somos selectivos. Cuando se trata de cambios personales, como iniciar un hobby o un deporte, lo asumimos con mucho entusiasmo y automotivación. Nos llenamos de energía y nos planteamos expectativas. Pero cuando se trata de cambios impuestos y, más aún laborales, nos resistimos, pues nos alejan de nuestra “zona de confort”.
“El cambio es la única constante” y cada uno de nosotros estamos siempre en constante cambio. Así también, nuestras reacciones al cambio son diferentes y nos afectan en mayor o menor medida.
En el libro ¿quién se llevó mi queso? Spencer Johnson lo relata genialmente. El “queso” es lo que queremos, nuestras metas, lo que nos hace feliz y nos motiva.
Los personajes principales son dos ratoncitos y dos “personitas” que tiene abundante queso, que de pronto, se acaba. Las “personitas” quedan esperando en la zona de confort, mientras que los ratoncitos, que ya habían “olfateado” la falta de queso, aunque tienen miedo, salen a buscar queso nuevo y viven experiencias importantes que les dejan enseñanzas como “qué harías si no tuvieras miedo”, “las viejas convicciones no te llevan al queso nuevo”, “si eres tú el que provoca el cambio” nada te asustará, “controla el cambio; huele el queso a menudo”, entre otras.
Algo muy interesante del texto, es la personalidad de cada uno de los protagonistas de la historia y que representa los distintos estilos de enfrentar al cambio. Uno de ellos es muy “apresurado e impulsivo” y toma malas decisiones, otro que se resiste a “moverse” y salir a buscar el queso, otro que detecta rápidamente la necesidad de cambiar y el último que se adapta al cambio, en cuando surge la necesidad.
¿Qué hacer entonces? El autor señala que primero, debemos ser conscientes que el cambio es un hecho, pues el “queso” siempre se está moviendo. Segundo, nos invita a prever el cambio, lo cual implica estar alerta a los movimientos del “queso”. Tercero, debemos controlar el cambio, es decir “oler” a menudo el queso, para saber cuándo se está añejando. Cuarto, adaptarse rápidamente al cambio, pues “cuanto antes se olvida el queso viejo, antes se disfruta del nuevo”. Para finalmente cambiar y “moverse cuando se mueva el queso”. En esta última etapa se enfatiza en disfrutar el cambio y “saborear la aventura del nuevo queso”. Ahora bien, no olvidar que el “queso se mueve constantemente”, por tanto, siempre hay que estar atento a cambiar rápidamente y disfrutar una y otra vez.
Es sin duda, un libro simple, claro y directo, que permite “mirarse” y autoevaluar la capacidad que tenemos para asumir los cambios y adaptarse.