Columna Cecilia Gutiérrez, psicóloga Unidad de Desarrollo Organizacional UCSC.
Las Fiestas de fin de año, sin duda, nos hacen pensar en los cierres de ciclo, marcado por la ruptura de la continuidad del año calendario.
¿Qué implicancias tiene el fin de año?
Más allá del estrés que puede provocar esta época, debido a las exigencias que nos hemos auto impuesto, junto con la pérdida del sentido esencial de la navidad vinculado a la fe, cada persona le da un significado diferente.
Fin de año en particular, para muchos es el cierre de un ciclo y la oportunidad para comenzar uno nuevo o simplemente el paso de un mes a otro. Pese a esto, es un quiebre en nuestras actividades, que nos hace reflexionar sobre la plenitud o complejidad del año que se va. Por lo mismo siempre es sano y nutritivo generar un balance del tiempo que se va y con las expectativas del que está por venir.
La invitación entonces es a buscar el significado propio que tiene este fin de año en particular; ¿qué aprendió el 2017? ¿qué conductas no repetiría? ¿qué emoción fue la más frecuente? ¿cuántos proyectos inició? ¿cuántos proyectos terminó? ¿qué riesgos corrió? ¿a qué se atrevió? ¿cuántos nuevos amigos hizo? ¿cuánto tiempo le dedicó su familia? ¿Cuánto de su tiempo lo dio a los otros?, son tantas preguntas las que puede hacer.
Una vez realizada estas preguntas y que haya reflexionado en torno a las respuestas, proponga nuevas metas para este nuevo año. Estas metas deben ser realistas y deben estar dentro del ámbito de su influencia.
Haga una lista de ellas considerando ¿qué espera lograr en el próximo año? ¿Qué nuevos desafíos quiere plantearse? y desde esa perspectiva comience por lo Importante y no Urgente, es decir, aquellas cosas que en su vida son realmente relevantes, pero que no necesariamente tienen una fecha límite. Puede ser, conversar con esa persona a la que hace años no le habla, esa visita a un familiar que hace tiempo no ve, esa conversación franca que se debe con una persona.
Proyectar cosas importantes y no urgentes, sin duda generar un cambio, sobre todo cuando lleva una agenda “plagada de cosas urgentes e importantes”, para las cuales siempre debemos obligadamente estar disponibles, pero que a la vez nos aleja de otras cosas importantes, que en definitiva nos hacen plenos; la fe, la familia, la pareja, los amigos, la participación social, entre otras.