Cecilia Gutiérrez, psicóloga Unidad Desarrollo Organizacional
Cuando decidí escribir sobre cómo la fe influye en las personas, sabía que era un tema complejo y que sin duda me iba a resultar difícil. Por lo mismo, busqué ayuda e hice un primer acercamiento en nuestro Programa de Radio “Reconociéndonos”, momento en que asistió como invitado el Coordinador de Pastoral UCSC, Pedro Macaya. Al escucharle hablar sobre la fe y la espiritualidad, me llamó la atención inmediatamente una frase muy reveladora para mí “la fe se relaciona con la búsqueda incesante de la verdad, por conocer lo que creo, refiriéndose también a los hábitos buenos (virtud), la trascendencia y la esperanza”.
Revisando bibliografía al respecto, doy cuenta que existen algunos antecedentes que respaldan el hecho que la actividad cerebral es diferente, según nuestras creencias. Algunas investigaciones relacionan el hecho de tener fe, con la salud física a través de mecanismos neuroendocrinos e inmunológicos, lo cual claramente me llama la atención. Agregan que, “la creencia y la práctica de la fe condiciona nuestro sentido de bienestar y calidad de vida, así como a nuestra salud física”, esto porque de alguna forma, media nuestros hábitos, los cuales tienden a ser más saludables.
Así, se hace alusión al Sistema de Apeqo (Attachment System), señalando que, al rezar ciertas zonas del cerebro asociadas a la cognición social procesan la información y, por su componente emotivo “condicionan y regulan el sistema endocrino e inmunológico” y que a nivel cognitivo incluso serían capaz de “instaurar una estructura mental que configura en el organismo la aptitud para un adecuado afrontamiento a situaciones de salud y enfermedad”.
Luego, al revisar el papel de la “mentalización”, entendida como “la capacidad social y cognitiva” para tomar conciencia sobre un hecho o situación, doy cuenta que la acción de rezar, activa algunas regiones del cerebro como la corteza temporal, similar a la que se produce cuando uno habla con una persona muy cercana y querida. Del mismo modo, la disminución de actividad en ciertas zonas del cerebro, correlaciona con el sentido de trascendencia, mecanismo que permite adaptarnos y que nos motiva a ser una mejor persona o desarrollar un sentido de propósito y significado de la vida.
En fin, si bien hay mucho que explorar en esta área, claramente para las personas que tenemos fe, no son necesarios tantos argumentos, puesto que cada día evidenciamos emociones y sentimientos de bienestar al ser escuchados, acogidos, vivenciando paz y esperanza. Por lo mismo, extiendo la invitación que nos hiciera la Dirección de Pastoral a participar de la Jornada de Reflexión del 5 de septiembre, ya que puede ser una excelente ocasión para reactivar esta “búsqueda incesante de la verdad y por conocer lo que creo”.