Con cada nueva política de desarrollo, orientada a la investigación o la generación de noveles científicos, da la sensación que se está conduciendo el sistema a la formación de profesionales que sirven a un solo interés: la producción económica. Peligroso asunto, si es así exclusivamente, ya que se ha ido olvidado, consciente o inconscientemente la literatura, la historia, la filosofía y las artes en general. Para una muestra, un botón, la estructura universitaria chilena -para qué hablar de los planes y programas de los establecimientos educaciones que merecen un capítulo aparte-, cuenta en su mayoría con facultades que aglutinan la formación disciplinar cada vez más atomizadas y menos interdisciplinarias; donde la formación integral del estudiante, sus habilidades sociales, artísticas, culturales, filosóficas, fundacionales de la cultura occidental, han dado paso a un nuevo hombre, a una nueva mujer que se aboca a producir, emprender, a satisfacer las necesidades que el mercado les ha hecho creer como básicas, e ir olvidando su esencia de ser humano.
La Universidad, Studium Generale, es el lugar donde se deben debatir todas las ideas, donde cada uno tiene un espacio para desarrollar su personalidad sin que sea coartado, censurado, reprimido o degradado por pensar y ser distinto, construyendo y aportando a dar forma a lo que es y debe ser esta institución.
El respeto a la individualidad, a la esencia del ser, del hombre creado por Dios con discernimiento y determinación, deben recuperar su lugar de privilegio en la enseñanza y la educación de nuestros jóvenes, el relativismo va ganando espacio, así como también la ausencia de valores, haciéndose un imperativo el sacudirnos de la comodidad y del ensimismamiento de mantener ese status quo que les es tanto cómodo, al aplicar la máxima de “quien nada hace, nada teme”.
Algunos podrán confundir las humanidades con las artes liberales, y ya otros con la añoranza medieval del trívium y el quadrivium, todas respetables y casi inalcanzables con el actual sistema reduccionista, al dar todo procesado anulando con ello la capacidad de la dialéctica, y ni hablar de la retórica o la lógica que contenía y fomentaba la educación que recibieron nuestros maestros, en las escuelas normales o facultades, incluso hasta finales de los años setenta.
Las Humanidades deben ser rescatadas, valoradas y organizadas las materias en pro de un ser humano integral. Primun non nocere.
Dr. Marcelo Jara Román
Jefe de Carrera de Licenciatura en Historia
Director Alterno CIMP/CEDAP
Universidad Catolíca de la Santísima Concepción