¿Vencedores y Vencidos?


Suelen dar esa impresión los convenios colectivos. Forcejeos de muñecas o pulseadas para que unos ganen más y otros repartan menos. Capital y trabajo:  dos realidades tan dispares que pareciera que es la lucha lo presente en sus relaciones. Lo decía hace muchos años el entonces cardenal Montini, Arzobispo de Milán y después Pablo VI –no olvidemos que Milán fue siempre una de la zonas de mayor efervescencia laboral-, que mientras el trabajo tropiece con el capital y el capital vea en el trabajo su obstáculo principal, algo falta en esas relaciones… Fue la Iglesia la adelantada para ayudar a resolver esto problemas cuando saltó a la escena la figura de León XIII en los años finales del siglo XIX; con él arranca la después llamada Doctrina Social de la Iglesia, que se apoyará en dos grandes pilares:  el respeto entre unos y otros y el diálogo; ambas cosas van a afianzar otras,  a veces escondidas pero casi siempre adivinadas, nos referimos a la idea de una igualdad como personas humanas y de un amor a lo que debe distinguirnos a todos, el trabajo. Hay que defender el puesto de trabajo, a la vez que pensamos en si los otros pueden tener una vida digna para ellos y sus familias con lo que ganan.

Pero hay convenios especiales, porque las circunstancias lo ameritan. De entrada vemos cómo algo de lo afirmado en la primera línea,  en este caso no se da: aquí  se trata de que unos ganen más, pero no para que los otros repartan menos. Pensamos que en la firma de los convenios laborales en una institución de la Iglesia, debemos acercarnos sin animosidad de ninguna clase, porque no debieran aparecer defensores de la institución sino asomarse con sinceridad a la situación presente de cuantos la integran, para ver cómo se puede mejorar la situación presente; el diálogo es fundamental, pero no un diálogo de “sordos”, que se da cuando alguien no escucha al otro, porque el tiempo en que calla lo dedica para seguir buscando pruebas que “humillen”, y que le dieron pie para sentirse “vencedor”. Por eso, creemos que debiera haber instancias no reducidas a unas semanas antes de la firma de un convenio que nos deja tranquilos dos años más. No sé cuándo podremos tener la sensación de que trabajamos en la mejor universidad, pero siempre afirmé que ya estamos en una universidad “distinta”; ¿por qué no tener un órgano de reflexión que cada mes, por ejemplo, analiza los problemas existentes, porque se han juntado personas que representan a los trabajadores con los que pertenecen al “staff” y  de ese diálogo van quedando casi soluciones para lo que pasados dos años se pondrá sobre la mesa. De verdad que las ofertas y contraofertas no me parecen soluciones para lo normal de las relaciones laborales. ¿Podremos tener una situación de tanta normalidad que los convenios de la Católica empiecen a ser distintos, porque nunca fueron conflictivos. Claro que tenemos derecho a alguna medida de presión, pero, ¡ojalá!,  nunca se llegase a ellas, porque supondría que había faltado el diálogo sincero, y el amor a la institución por la que debemos de verdad tener puesta la camiseta.

Padre-CecilioPresbítero Cecilio de Miguel
Director de Pastoral UCSC

C.M.