Una (nueva) Educación para Chile en su bicentenario


Sabemos que somos más de 17 millones y que en los últimos años han migrado al país más de un millón de extranjeros. Crecimiento explosivo de extranjeros que al año 2006 no superaba los 150.000. La razón para venir a Chile ha sido fundamentalmente laboral, lo que da cuenta de la imagen de estabilidad social y política que tienen del país, especialmente, los sudamericanos y centroamericanos. Además de peruanos, bolivianos y argentinos, con los que hemos compartido espacios de crecimiento y desarrollo desde la colonia, se agregan migraciones masivas de colombianos, venezolanos, dominicanos y haitianos, los que configuran una realidad social y cultural nueva para el Chile del Bicentenario. Realidad que exige una nueva institucionalidad educacional y obliga a replantear el valor de los contenidos culturales que conforman el currículo escolar actual, para concebir un sistema educacional que permita integrar esta diversidad cultural e enriquecer la visión que tenemos de “nosotros” de cara a una humanidad heterogénea que se abre con el siglo XXI.

Esta situación “migratoria” no debe sorprendernos, pues Chile es un país multiétnico, de hecho antes de la llegada de los conquistadores españoles, fue parte del imperio Inca (Tawantinsuyo, Contisuyo), el territorio era habitado por muchos pueblos distribuidos de norte a sur, que también llegaron de otras tierras, que desarrollaron sus propias expresiones culturales, las que aun persisten en costumbres y lenguaje. Aimaras, atacameños y diaguitas en el norte; picunches, mapuches y huilliches en el central y sur. En el norte y centro sur estaban changos y pehuenches y en la zona austral vivían chonos, alacalufes, yaganes, tehuelches y onas. El Chile de la Colonia es fruto del mestizaje de españoles y pueblos nativos y, a medida que se crean las base de la república, las migraciones se hace más fuerte con el tiempo, de hecho, para la colonización del sur (hacia 1850), llegaron especialmente alemanes, croatas y españoles. Otra contribución es fruto del comercio marítimo que impulsó la llegada de ingleses, franceses e italianos. Un importante número de palestinos llegaron y formaron la colonia más grande fuera del Medio Oriente.

Hoy no puede sorprendernos ver en las calles a un haitiano, o que en una gasolinera atienda un venezolano. Los españoles al llegar a Chile traían más esclavos africanos y porteadores yanaconas que caballos, personas que se mezclan rápidamente con la población nativa. De hecho, cuando Pedro de Valdivia llega al Valle del Mapocho viene apenas con 147 hombres y una mujer (Inés de Suarez), luego llegarán vascos, castellanos, andaluces y extremeños. Lo que somos hoy, es fruto de esa amalgama de personas que llegaron de todas las partes del mundo, incluidos los miles de chinos absorbidos después de la Guerra del Pacífico, como los Yáñez (Yang), López (Lo Pi) y González (Wong Sa Lee), castellanizados después de la guerra del pacifico (culíes).

Esa diversidad cultural, geográfica y étnica es la que debe reflejar un currículo educacional nacional ecológico y comunitario, con planes y programas de estudios que reflejen procesos vitales con identidad local, que destaque el valor patrimonial de la gente y su territorio y que posibilite su desarrollo “desde dentro”, para afrontar el Bicentenario como una patria humanista.