Un virus incontenible


Por las razones que sea, existe una fuerte tendencia a creer que la ética es un conjunto de normas que limitan la conducta humana y que habitualmente se formulan en la forma de negaciones. No mires a la pareja de tu prójimo o no matar parecen ejemplos típicos. Pero lo cierto es que lo moralmente bueno tiene mucho más que ver con afirmaciones, acciones frecuentes, hábitos estables y la formación del carácter. No se trata, por tanto, de la aplicación de la norma fría y distante, que por lo demás contiene las líneas rojas que no se deberían cruzar, sino más bien de organizar la vida con un sentido, con un fin o metas instaladas en el provenir. De tal suerte que el futuro organiza y disciplina el presente.

Así, por ejemplo, elegir una carrera de la Educación Superior es además de una opción profesional también una decisión moral que supone trabajo y esfuerzo y no sólo contención. Para ser profesional debes tener una musculatura espiritual suficiente para poder cumplir con sus requerimientos, unas virtudes como orden, disciplina, perseverancia, prudencia, fortaleza que organicen el día a día, en razón del objetivo de ser profesional. Y todos los días también habrá mil razones para no hacer lo que debes hacer, y muchas pequeñas líneas rojas que debes procurar no cruzar o al menos no traspasarlas todas juntas.

Y así también la vida del matrimonio no se agota en no mirar a la pareja del prójimo. Sólo cumplir con esa norma no te asegura la estabilidad matrimonial, aunque hay que reconocer que ayuda. Y es que cuando te casas renuncias a 3.500 millones de mujeres o de hombres. Nadie puede decir que la monogamia no supone entrega. Pero esa decisión, que ya es fuerte, debe mantenerse todos los días, cuando llevas 20 o 30 años de casado, y sigues regresando por voluntad propia a tu hogar. Por tanto, la clave no está en la norma que prohíbe sino en la voluntad que adhiere, que se compromete y asume, en el trabajo diario que supone la vida en común.

Y esto también aplica a la pandemia. No basta sólo con decir no, aplicar estrictas cuarentenas que establezcan con fuego una línea infranqueable. Aparentemente, también han resultado infructuosos los esfuerzos por describir lo duro que es esta enfermedad para el que la padece y su familia. Y más inquietante es que se destaca el ejemplo negativo, que siempre son números muy inferiores a los que si cumplen con el auto cuidado. Por tanto, si queremos cambiar en algo el mal escenario que hoy enfrentamos, tal vez sea oportuno centrar la mirada en los buenos ejemplos, que los hay, de familias, personas, empresas, servicios públicos, para que el carácter de los que luchan todos los días para no contagiar y contagiarse se convierta en un virus incontenible.