Teatro: riqueza y vínculo


Función del teatro: lograr comunión, producir armonía en la personalidad, dar placer, reflejar la vida y la realidad, reflejar conflictos internos y sociales, estructurar la moral y desarrollar la capacidad creadora.

Los orígenes del teatro fueron principalmente religiosos, aunque no en el sentido estricto que actualmente damos a esta palabra. Algo tiene de él, pero tenemos que añadirle el significado originario de la palabra “Religio”= vínculo. Efectivamente el teatro es un vínculo, unión de hombres reunidos en torno a la pantomima representada.

Así se inició el teatro y, durante los siglos, se fueron desencadenando variantes en sus postulados artísticos, que contribuyeron a la formación de principios estéticos que pueden resumirse en: contenido emocional, originalidad, exageración, dinamismo, agitación, violencia, ansia, angustia, algo completamente opuesto al equilibrio, serenidad y firmeza. Ahora el hombre duda, tiembla, teme, intuye su debilidad, siente la zozobra que le rodea, teme al destino y a la misma vida, se inquieta, sufre y puede llegar a llorar a través del arte, sin tener que avergonzarse por ello.

El teatro como búsqueda, renovación, ha dado lugar a infinidad de movimientos, de corrientes. El hombre ha sido su inspiración, y en este punto quisiera destacar la existencia de un dramaturgo extraordinario, Eugenio Ionesco, que lo enfoca desde un ángulo distinto, llevando a escena el problema de la existencia del hombre y su consistencia, y nos muestra el escalofriante esfuerzo que hace el hombre por “hablar con otro”, cuando en realidad, a lo largo de toda su vida, sólo “habla consigo mismo”.

Sus protagonistas son esquemas, arquetipos que se debaten impotentes en un mundo material inerte, espeso, de objetos que aumentan de número, cercándolos y acotándolos, lo que les impide tener una visión clara, conocimientos evidentes, de ahí que sus vidas sean un vagar incierto, pronunciando frases incoherentes, palabras huecas que ni el mismo hombre conoce.

Las obras de Ionesco son ventanas a un mundo de antítesis, sueños y pesadillas. Él recurrió a la literatura para denunciar el drama de la ausencia y testimoniar su “hambre y sed” de absoluto. Siempre en búsqueda de la luz verdadera más allá de las tinieblas.

GVarelaGloria Varela Betancur
Directora de Extensión  Artística y Cultural
Universidad Católica de la Santísima Concepción