Ya leído, reposado y releído “Manifiesto: Peligro y oportunidades de la megacrisis” del ya nonagenario filósofo, musicólogo y escritor Gastón Soublette, queda la certeza que este libro-manifiesto se encumbra, como pocos textos pueden alardear de ser, destilado sintético en sus 84 páginas de sabio desarrollo de los tiempos que corren. Y como buen destilado de la realidad creo que es condición sine qua non que su formato sea (en la medida de lo posible) simple, directo y breve, o como lo enunciara en relación a las palabras y la verdad el polifacético filósofo Marco Annio Séneca: “El lenguaje de la verdad debe ser, sin duda alguna, simple y sin artificios”.
El libro cumple las expectativas de ser lo que indica su título: una exposición “manifiesta” de las raíces de las crisis que nos afectan, situando a ellas no en agentes externos sino en la misma persona. Un tipo de persona que ha sido creada, moldeada y dirigida en una civilización (principalmente occidental) individualista enfocada en lo financiero- tecnológico e imbuida en forma omnipresente en el mito del progreso ilimitado. En buena parte del libro se trata de caracterizar que es medularmente ese tipo de persona en particular y como ha actuado y sigue actuando a través de la historia.
Es la pérdida de la trascendencia de la persona y la muerte del prójimo propiedades principales de este nuevo ser humano resultado de la globalización, el cual ya no forma parte de un pueblo sino de un conglomerado humano amorfo sin sabiduría, sin virtud y sin identidad que puede catalogarse como “masa”. ¿Y cuál sería el rol de Universidad frente a este punto de inflexión en la historia? Como Universidad, institución formadora de personas, debe apuntar a la aprehensión (aprender y hacerse de él) del modelo humano que propone el apóstol Pablo en su carta a los Gálatas (Ga.5-22), un “nuevo ser” infundido en los frutos del Espíritu: “Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, serenidad y templanza”.
Don Gastón ya habla de grupos en la sociedad que apuntan a estos ideales y que a través de “pasos de palomas” se instalan “a un lado del camino” de la sociedad tecno-consumista actual, transformándose en “vías alternativas” al quehacer tanático del mundo. Estos nuevos grupos humanos , como lo señala el filósofo Charles Taylor, están más allá de las definiciones de una moral estrecha, más allá de lo que es “correcto hacer” , sino de lo que es “bueno ser” Francisco Varela , neurobiólogo chileno ya fallecido en el año 2001, en su libro “Ética y Acción”, edición que reúne las conferencias dictadas por él en la Universidad de Bolonia el año 1991 , lo plantea esto a través del actuar ético del know – what ( saber qué ) y el know- how ( saber cómo o saber hacer). Es decir, más allá del discurso conceptual del saber qué cosas son buenas para el actuar ético, la nueva visión que traerá cambios a la sociedad pasa por el desarrollo de la persona virtuosa o sabia, la cual es “ aquella que sabe lo que es bueno y que espontáneamente lo realiza”.
Espero que no sea tarde para que esa (e) nueva (o) mujer- hombre se haga de espacios en la sociedad para rectificar el rumbo e implantar un nuevo paradigma en el destino de la humanidad de acuerdo a su olvidada naturaleza ética y moral y como Don Gastón en forma entusiasta profetiza y ojalá se cumpla en corto plazo: “La humanidad dará un vuelvo de conciencia».