¿Qué más se puede decir de los últimos casos de corrupción política en Chile? Tal vez nada muy original. Sólo agregaría que pareciera ser algo más que simple corrupción. Tal vez estos casos sólo sean el fruto mal oliente de un árbol que viene creciendo torcido desde hace varias décadas. Es producto de una manera de pensar que no sólo afecta a los políticos sino a Chile entero. Y con esto no estoy diciendo que todos los chilenos seamos deshonestos, solamente que desde hace años que ya no entendemos muy bien para qué trabajamos. Y los últimos casos son sólo una muestra exacerbada de esta ignorancia. Es verdad que se trabaja para buscar el sustento, pero con seguridad hay que decir que no sólo trabajamos para eso. El sustento cotidiano es la causa del trabajo, pero no su finalidad última. El trabajo es también una oportunidad para conocerse, para crecer, pero sobre todo una oportunidad para ayudar a crecer a una ciudad, a un país entero. Obviamente la labor debe dejar un justo salario al trabajador, pero también debe dejar riquezas a todo un pueblo. De otra manera transformaríamos a los trabajadores en simples ganapanes. Y con ‘trabajadores’ me refiero a los artistas, a los obreros, a los funcionarios, a los políticos, a los profesores, etc. Me refiero a todos. Las palabras que aquí se escriben no dan para una lección de ética ¡Cuán aburridos estamos de una ética llamada a participar a última hora! Aquí yo sólo hablaría de un pensamiento saludable: no alcanza con trabajar lo justo, no alcanza con dar un poco de lo tuyo, si realmente queremos que nuestro país crezca, debemos dar todo lo que somos. Hay un conocido consejo de Séneca a un amigo: “Si quieres vivir para ti mismo, debes vivir para otro”. Y esta donación no es autodestructiva, sino bienhechora, conveniente para todos. Sólo con el trabajo bien hecho, donde hemos puesto nuestro ser y atención, podremos construir una ‘ciudad armoniosa’, un país. De otra manera nunca podremos refutar a Nicanor Parra que sentencia crudamente: “Creemos ser país y la verdad es que somos apenas paisaje”. Los señores Lavín, Délano, Dávalos (‘Los campesinos de Santiago de Chile’) no son peores que nosotros, pero sí son una muestra concentrada y triste de esta confusión acerca del sentido de la labor diaria: han trabajado como si Chile fuera sólo un paisaje, un telón de fondo, una buena hectárea de terreno para ayudarse a sí mismos. Su inquietud no es ¿Dónde sirvo más a mi pueblo? Sino ¿Dónde gano más a costas del pueblo?
Hace unos días observé a un maestro albañil mientras instalaba unos cerámicos. Una vez que ya había instalado varios, se dio cuenta que había desviado el trazado. Decidió sacarlos todos y volver a empezar, aunque esto implicara medio día más de trabajo. Al preguntarle por qué no había parchado simplemente el detalle, me contestó: ‘¡Si no lo hago de nuevo no se vería bonito!’ Cuando terminó definitivamente, observaba su trabajo desde diferentes ángulos. Le gustaba cómo había quedado. Aunque no era su casa, estaba feliz de cómo había concluido su esfuerzo. Este maestro albañil no es un ganapán. Es un mejor chileno que los que utilizan su educación, sus contactos, su apellido, su poder para servirse a sí mismos e hincharse de estatus. Pienso que la forma de trabajar de este albañil la hemos ido perdiendo todos poco a poco. El verdadero ciudadano trabaja bien, para que también a sus vecinos les vaya bien. Trabaja bellamente para que su ciudad sea la más bella. El talento bien dirigido de un trabajador es el orgullo de todo un pueblo. Charles Péguy hablando de los habitantes de la pequeña ciudad en que nació, describe: “He visto por toda mi infancia ponerle paja a las sillas exactamente con el mismo espíritu y el mismo corazón y la misma mano con que aquel mismo pueblo había construido sus catedrales”. Es decir, tanto en lo privado como en lo público, el hombre debería involucrar todo su ser y entregarlo para el bien común. Incluso si sólo sabemos hacer sillas, si estas quedan bien hechas, ayudamos a nuestra ciudad, a nuestro país, y hemos ayudado, por sobre todo, a embellecer el mundo.