En la última semana, se han entregado por segundo año consecutivo los resultados de la prueba (Simce) en el subsector de Educación Física. Si bien pudiésemos estar en desacuerdo en la pertinencia de la evaluación de estos indicadores e incluso cuestionar la confiabilidad de sus resultados, no podemos dejar de reconocer la importancia del diagnóstico del incremento sostenido del sobrepeso, obesidad y el bajo nivel de condición física en la población escolar chilena.
Los niños obesos tienen mayor riesgo de padecer otros problemas de salud, como dislipidemias, alteraciones del metabolismo de la glucosa y los ácidos grasos, hipertensión arterial, trastornos de la alimentación, problemas en el desarrollo de la estructura músculo-esquelética, problemas ortopédicos, posturales y dificultades psicosociales.
Estudios han relacionado la obesidad infantil no sólo con otras enfermedades en la niñez, sino que también con los factores de riesgo cardiovascular y prevalencia de enfermedades crónicas no transmisibles en edad adulta.
Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en Chile, entonces nuestros niños y adolescentes están en condición preocupante y se pone en peligro la calidad de vida de la generación para el Chile del siglo XXI, con las consecuencias económicas y socioculturales que esto significa.
Es de tal magnitud el problema, que el estado de Chile ha declarado que el control de los factores de riesgo y de las enfermedades crónicas no transmisibles son dos de los objetivos estratégicos sanitarios para la década 2011-2020. Pero si esto es preocupante, es posible que un segundo indicador que entrega la prueba Simce sea de mayor cuidado.
El diagnóstico del bajo nivel de condición física debe ser considerado un gran problema. La falta de movimiento, de actividad física o de ejercicio físico, no sólo es un factor de riesgo de obesidad y todos los trastornos que esto conlleva, sino que también se han demostrado su relación directa con las expectativas de vida.
Desde los estudios en los años cuarenta en el Reino Unido, que demostraron la relación inversa de frecuencia de muerte por enfermedades cardiovasculares y sujetos que tenían un trabajo físicamente activo, posteriormente, por más de medio siglo se ha evidenciado el efecto protector que tiene el ejercicio físico sobre la morbimortalidad.
Otros estudios, como el proyecto AVENA en España, han relacionado un elevado nivel de condición física con una baja adiposidad abdominal en niños, resultados que se confirman con otras experiencias en la comunidad europea. Hoy la evidencia reconoce un bajo consumo de oxígeno como el mejor indicador de mortalidad, en particular en las muertes asociadas a alteraciones cardiovasculares. También se ha demostrado la relación inversa entre el nivel de condición física y otras enfermedades y algunos tipos de cáncer.
Se considera al ejercicio físico como parte fundamental del tratamiento terapéutico no farmacológico en la prevención y control de un número importante de enfermedades.
Lamentablemente es posible que los modelos de intervención no sean lo que se requieren, la gran mayoría de ellos recomienda restricciones alimentarias, estrategias de nutrición y rotulado de alimentos y algunas indicaciones de incrementar los niveles de actividad física.
Utilizar el ejercicio físico como medio de intervención en la población no sana, como son los niños y adolescentes obesos, no sólo debe considerar el aumento de los niveles de actividad física, sino que la intervención motriz debe estar basada en criterios científicos, en los principios pedagógicos del ejercicio, donde se establezca como elemento básico la prescripción del ejercicio, que considera el tipo, la duración, el número de sesiones por semana, la intensidad de cada una de ellas, los mecanismos de control, las estrategias nutricionales antes, durante y después del ejercicio y fundamentalmente la condición individual previa al ejercicio.
La población obesa y en riesgo cardiovascular requiere que se le prescriba ejercicio y no sólo que se le indique.
David Ulloa Díaz
Profesor de Educación Física
Académico Facultad de Educación
Doctor © en Ciencias de la Actividad Física y Deporte
Simce en Educación Física
En la última semana, se han entregado por segundo año consecutivo los resultados de la prueba (Simce) en el subsector de Educación Física. Si bien pudiésemos estar en desacuerdo en la pertinencia de la evaluación de estos indicadores e incluso cuestionar la confiabilidad de sus resultados, no podemos dejar de reconocer la importancia del diagnóstico del incremento sostenido del sobrepeso, obesidad y el bajo nivel de condición física en la población escolar chilena.
Los niños obesos tienen mayor riesgo de padecer otros problemas de salud, como dislipidemias, alteraciones del metabolismo de la glucosa y los ácidos grasos, hipertensión arterial, trastornos de la alimentación, problemas en el desarrollo de la estructura músculo-esquelética, problemas ortopédicos, posturales y dificultades psicosociales.
Estudios han relacionado la obesidad infantil no sólo con otras enfermedades en la niñez, sino que también con los factores de riesgo cardiovascular y prevalencia de enfermedades crónicas no transmisibles en edad adulta.
Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en Chile, entonces nuestros niños y adolescentes están en condición preocupante y se pone en peligro la calidad de vida de la generación para el Chile del siglo XXI, con las consecuencias económicas y socioculturales que esto significa.
Es de tal magnitud el problema, que el estado de Chile ha declarado que el control de los factores de riesgo y de las enfermedades crónicas no transmisibles son dos de los objetivos estratégicos sanitarios para la década 2011-2020. Pero si esto es preocupante, es posible que un segundo indicador que entrega la prueba Simce sea de mayor cuidado.
El diagnóstico del bajo nivel de condición física debe ser considerado un gran problema. La falta de movimiento, de actividad física o de ejercicio físico, no sólo es un factor de riesgo de obesidad y todos los trastornos que esto conlleva, sino que también se han demostrado su relación directa con las expectativas de vida.
Desde los estudios en los años cuarenta en el Reino Unido, que demostraron la relación inversa de frecuencia de muerte por enfermedades cardiovasculares y sujetos que tenían un trabajo físicamente activo, posteriormente, por más de medio siglo se ha evidenciado el efecto protector que tiene el ejercicio físico sobre la morbimortalidad.
Otros estudios, como el proyecto AVENA en España, han relacionado un elevado nivel de condición física con una baja adiposidad abdominal en niños, resultados que se confirman con otras experiencias en la comunidad europea. Hoy la evidencia reconoce un bajo consumo de oxígeno como el mejor indicador de mortalidad, en particular en las muertes asociadas a alteraciones cardiovasculares. También se ha demostrado la relación inversa entre el nivel de condición física y otras enfermedades y algunos tipos de cáncer.
Se considera al ejercicio físico como parte fundamental del tratamiento terapéutico no farmacológico en la prevención y control de un número importante de enfermedades.
Lamentablemente es posible que los modelos de intervención no sean lo que se requieren, la gran mayoría de ellos recomienda restricciones alimentarias, estrategias de nutrición y rotulado de alimentos y algunas indicaciones de incrementar los niveles de actividad física.
Utilizar el ejercicio físico como medio de intervención en la población no sana, como son los niños y adolescentes obesos, no sólo debe considerar el aumento de los niveles de actividad física, sino que la intervención motriz debe estar basada en criterios científicos, en los principios pedagógicos del ejercicio, donde se establezca como elemento básico la prescripción del ejercicio, que considera el tipo, la duración, el número de sesiones por semana, la intensidad de cada una de ellas, los mecanismos de control, las estrategias nutricionales antes, durante y después del ejercicio y fundamentalmente la condición individual previa al ejercicio.
La población obesa y en riesgo cardiovascular requiere que se le prescriba ejercicio y no sólo que se le indique.
David Ulloa Díaz
Profesor de Educación Física
Académico Facultad de Educación
Doctor © en Ciencias de la Actividad Física y Deporte