El mes de Septiembre, como siempre, nos señala la alegría de la cercana primavera y para nuestro país, la celebración de nuestras Fiestas Patrias que no son otra cosa que la rememoración del establecimiento de la Primera Junta de Gobierno y de las Glorias del Ejército. Durante mucho tiempo, marcando generaciones tras generaciones, estas fiestas han generado una apropiación temporal del mes de Septiembre señalándolo como “El mes de la Patria”, y el motivo político original de la conmemoración se ha transformado en un hito de unión nacional.
Las Fiestas Patrias de Septiembre son el único momento del calendario en donde podemos reflexionar y debatir sobre la responsabilidad que nos compete en la construcción futura de nuestro país. Es la única fecha que nos retrotrae respecto sobre conocer y custodiar nuestro origen como nación, íntimamente ligada a los creadores de la República. Es la única fiesta que nos habla de nuestra identidad y que se expresa desde el jolgorio popular hasta el recuerdo de las viejas costumbres ancestrales propias de la otrora conocida sociedad campesina ahora tan distante de nuestra vida cotidiana. Es sin duda una celebración única y muy propia del “viejo chile”.
El presente año las Fiestas Patrias tocan los doscientos años. Como en el siglo pasado frente al Centenario, hoy nos preparamos para que esta fecha no pase desapercibida y nos sirva para revisar lo que hemos construido y prepararnos para lo que falta. Es el momento de dar tregua a nuestras diferencias y promover el deseado espíritu de unidad nacional que tan caro es hoy en día entre muchas naciones. Será esta la ocasión para mirar nuestra historia sin prejuicios y con altura de miras, ya que sólo de esa manera se puede hacer nación; en definitiva reconocer nuestras coincidentes aspiraciones que históricamente nos han caracterizado por sobre todos los otros pueblos del continente.
Pero en el presente año, el mes de Septiembre esta sobrecargado de una emotividad especial y particular. En este año del Bicentenario, nuestro país sufre uno de los más grandes cataclismos de su historia, en especial nuestra región, que no vivía algo así desde hace más de cincuenta años. La destrucción y sobre todo las muertes que este fuerte teremoto ocasiono, marcara la pauta para todo este año, no sólo por las trágicas escenas, sino por las difíciles consecuencias que hay que superar. Y sin embargo desde esta extrema desgracia, nuestro país puede aprender mucho más que por una simple celebración. La unidad, políticamente tan esquiva, la logra la naturaleza mostrando por sobre todo lo mejor de lo nuestro. Es en la desgracia donde los sentimientos de unidad se materializan y donde, desafiante, nuevamente el chileno se para en el mismo lugar, como ha sido por estos más de cuatro siglos.
Sin duda, y ante toda propaganda o planificación política, este Bicentenario nos encuentra no sólo celebrándolo, sino que más unidos que nunca. Que esta lección sea su recuerdo.
Prof.(Mg) Manuel Gutiérrez G
Licenciatura en Historia
Universidad Católica de la Santísima Concepción
MG