Señales esperanzadoras


Históricamente la distribución de recursos públicos ha sido desigual, si tomamos como referente la clasificación entre universidades regionales y aquellas ubicadas en la capital. Ello ha tenido como resultado que las universidades de la Región Metropolitana se hacen cada vez más grandes y mejores, mientras que las pequeñas no tienen ninguna chance de nivelarse ni en términos de tamaño, calidad, complejidad ni reconocimiento. Muy por el contrario, la tendencia ha sido el aumento de la brecha de calidad.

En ese contexto, invitamos a reflexionar como país, acerca del paisaje universitario que queremos: un sistema que potencia y privilegia unas pocas universidades o un sistema homogéneo de instituciones fuertes en calidad y distribución regional.

En efecto, las marcadas disparidades se constatan hoy con mayor fuerza en el tipo de estudiantes que se reciben -más carenciados y con menores puntajes PSU-, y en la cantidad de recursos que les otorga el Estado para desarrollar su quehacer.

Esta realidad, reconocida por muchos, dificulta el crecimiento y desarrollo de los planteles regionales pequeños, cuyo aporte público es valorado y reconocido ampliamente por todos los sectores de la comunidad.

El proyecto original de reforma no se hacía cargo de estas diferencias. Sin embargo, existen señales esperanzadoras manifestadas por el Mineduc en el sentido de introducir consideraciones especiales para las universidades regionales, especialmente en lo que respecta a la necesidad de establecer un financiamiento especial a estos planteles. La Agrupación de Universidades Regionales de Chile sin lugar a dudas ha contribuido en los últimos tiempos a una mayor concientización de la situación especial de nuestras universidades.

Es de esperar que esta mayor conciencia conduzca a la tan necesaria nivelación del paisaje universitario nacional, brindando una real movilidad, descentralización y desarrollo económico, social y cultural a lo largo de nuestro largo y extenso país.