En ocasión de Pascua de Resurrección se escucha repetir: “La muerte no es la última palabra”, “Dios es más fuerte que la muerte”, etc.
Ahora bien, jamás se piensa por qué Jesús ha resucitado. Claro está, se afirma que la muerte no podía vencer su naturaleza divina, es decir, que Cristo ha resucitado en virtud de su poderío divino. No negamos estos derechos divinos. Preguntamos si con esta explicación deductiva-aristotélica no se cae en la herejía del antiguo docetismo que, hay que notar, no rechaza el cuerpo físico-biológico de Jesús, sino más bien su pensamiento que hace del cuerpo de Cristo un cuerpo de hombre.
¿Por qué Jesús ha resucitado? Lo que nos parece más razonable es afirmar que, como hombre-Dios, ha pensado que para él era un provecho retomar su cuerpo de hombre en que había estado tan a gusto durante sus treinta y tres años de encarnamiento (Péguy). Estar con los hombres había sido su gozo, confirmando Proverbios 8,31: Deliciae meae esse cum filiis hominum (“Mi gozo es estar entre los hombres”). Y, por eso, su cuerpo movido por el principio de placer de ser hombre, es su partner-socio, no es su opuesto. Con sus manos había trabajado la madera en el taller de Nazaret, con sus ojos había visto amaneceres y atardeceres, con su olfato había saboreado el vino de Caná, con su boca había comido lo que le había preparado la suegra de Pedro, con su saliva había sanado al ciego de nacimiento, con su oído había escuchado los pájaros del cielo, sus pies habían sido perfumados por Magdalena, etc. Ahora bien, con la muerte en cruz se había interrumpido este gozo de ser hombre. La resurrección, lejos de cualquier nirvana budista o disolución y reencarnación hinduista, es fruto del pensamiento de Jesús que piensa que retomar su cuerpo de hombre es provechoso para él, pues esta es su oeconomia salutis. Hecho que será confirmado con su Ascensión al cielo con su cuerpo, ya que piensa que este será provechoso para él in saecula saeculorum.
La Pascua es, por tanto, celebración del pensamiento de Cristo (que deberían tener todos los cristianos: 1 Co 2,16) y celebración del hombre como provecho para Jesús.