Réquiem por los niños muertos del SENAME


Hace poco tiempo atrás, con motivo de una obra artística, leí cómo unos niños de la calle completamente descalzos y sucios llegaron en enero de 1957 hasta el velorio de nuestra poetisa y primer Nobel de Literatura Gabriela Mistral para darle su último adiós. Un hecho sorprendente, quizá el más grande y genuino homenaje recibido por esta mujer educadora y amante de los sencillos. Un gesto de la más alta nobleza del corazón de esos niños, un gesto espontáneo y admirablemente verdadero. Esos niños lloraron a la poetisa del Pueblo.

Hoy Chile escucha espantado el reconocimiento oficial de 865 niños muertos en el período de 11 años de funcionamiento del SENAME. ¡En qué monstruoso país nos hemos vuelto que hemos podido permitir que ocurriera esto! ¡Durante once años! No fue un accidente de tren, o de buses o la caída de un avión, o un derrumbe fortuito, ¡no! Fue un sistemático cálculo economicista y politiquero mezquino que transformó los centros del SENAME en antros abandonados a su suerte, insalubres en todo sentido tanto para la salud física como mental de tales niños.

¡Ni una sola lágrima se ha derramado por ellos! ¡865 niños! ¡Once años! El mal trato que sufrieron estos niños y otros que aún viven no muestra un problema aislado, puntual, circunscrito a unos pocos responsables. Esta situación muestra al país. Chile está enfermo en el alma, y aún no somos capaces de darnos cuenta de eso. Hagamos que la muerte de estos 865 niños no sea en vano. Sentémonos a conversar esto, lo que nos pasa como chilenos, como país, como sociedad, con nuestras familias, niños, jóvenes. ¡Es urgente hacerlo! Esas muertes de esos niños así ocurridas tiene que volvérsenos visible, hemos de sentirlas en nuestra piel, debe estremecernos de horror y despertar nuestra conciencia nacional sobre tamaño crimen que salpica a la sociedad entera, sin diluir las responsabilidades directas e inmediatas de los gobiernos y funcionarios.

¡Reflexionar! ¡Tenemos que reflexionar juntos estos duros y gravísimos sucesos ocurridos por la omisión culposa de muchos durante once años! El grito de Antonio de Montecinos en 1511, a sólo 19 años del descubrimiento de América por Colón, debe resonar fuerte y estremecedor también hoy: “¿Es que acaso éstos (los indígenas) no son Hombres para que los tratéis de esa manera hasta matarlos?” Ese grito de Adviento (tiempo de preparación para la Navidad) de 1511 inició por primera vez en la humanidad entera el clamor y la reflexión jurídica por los Derechos Humanos.

¡Tanto hemos padecido: campos de exterminio, limpiezas étnicas (también en Chile, sí), asesinatos políticos, torturas,… y aún no hemos aprendido a nada! La muerte de estos 865 niños del SENAME por once años ha sido aquí, a lo largo de Chile, en tales centros, y no fuimos capaces de verlo, de denunciarlo, de pararlo sino hasta cuando ya era demasiado tarde. Ojalá nos atrevamos, avergonzados ciertamente, a conversar juntos como chilenos lo que realmente nos pasa como país. Quizá aún es tiempo para enmendar y no nos sobrevengan cosas peores.