“Puente de espías”, canje de prisioneros


La Guerra Fría ha sido desde sus inicios una fuente casi inagotable de temas, problemas, libros, seminarios y, por cierto, de mucha filmografía. Cada cierto tiempo la cartelera nos sorprende con propuestas que tocan ámbitos que aunque conocidos en lo académico son revisitados en lo visual para el necesario rescate de la memoria histórica. Así, y sólo por mencionar algunas, existen ya muchas películas convertidas en clásicos del período e indispensables para aquellos interesados en esas temáticas: “Teléfono rojo volamos hacia Moscú (1960);” “La caza del octubre rojo” (1990); “13 días” (2000); ”Buenas noches, buena suerte” (2005); “El buen pastor” (2006); “La vida de los otros” (2006);  y la más reciente ”Puente de espías” (2015), entre muchas más.

Si bien algunos de estos films sitúan su relato en el contexto de la Guerra Fría no todas esas historias se basan en hechos reales, de ahí la relevancia que adquieren precisamente aquellas películas que si lo hacen, es el caso de “13 días”, ”Buenas noches, buena suerte”, o “Puente de espías”.

El reciente estreno de esta última película nos sitúa en los años sesenta de ese conflicto irreductible -época del Macartismo, de la caza de brujas, y la construcción del Muro de Berlín-, en ese contexto el piloto de un avión U2 es capturado y la CIA le encarga a James B. Donovan, abogado de Brooklyn, la misión de negociar el intercambio del piloto americano por un espía ruso. La trama es tensa,  compleja y atrapa al espectador.

El tema no es del todo desconocido para Chile. El país estuvo en el huracán de la Guerra Fría ya sea por la crisis de los misiles en Cuba (1962), o por la incomodidad que produjo en el Salón Oval la llegada de Allende al poder (1970). En 1976, y casi como sacado de una película, en el aeropuerto de Zurich el ex disidente soviético y escritor Vladimir Bukovsky fue canjeado por el histórico dirigente comunista Luis Corvalán, ambos eran férreos opositores a los regímenes que los tenían cautivos. El primero luego de su liberación se trasladó a vivir a Gran Bretaña mientras que el segundo viajó a Moscú para ser recibido por la crema y nata del comunismo soviético. No fue el único intercambio que se dio. Un año más tarde se canjearon agentes de la CIA por el ex senador comunista Jorge Montes, nombre que también se barajó para conseguir ante el gobierno cubano la liberación del opositor Huberto Matos.

Las intrincadas redes del espionaje y del canje de prisioneros cuando son llevadas al cine nos regalan un interesante recurso audiovisual para que las nuevas generaciones logren dimensionar los alcances que tuvo el conflicto y como se comprometió el sistema internacional del período y en buena medida el destino de toda la humanidad.