Los pueblos costeros han comenzado a perder la paciencia. A más de un mes de ocurrido el terremoto-maremoto, aún no existen definiciones claras respecto del plan de reconstrucción, manteniendo a la población sumida en la incertidumbre y desesperanza de un plan de emergencia que ya no les satisface.
Mientras los planificadores buscan la forma de reconstruir los pueblos costeros a salvo de futuros terremotos y maremotos, la población clama por rehacer su vida en torno al borde costero. Mientras los burócratas evalúan un plan de reconversión de la pesca artesanal, los pescadores demandan recuperar las embarcaciones perdidas y un marco legal y económico que les permita desarrollar la pesca artesanal en forma sustentable. Mientras las decisiones centrales asignan importantes recursos a las grandes cadenas comerciales para adquirir los suministros que requiere las tareas de reconstrucción, la microempresa local requiere en forma urgente de financiamiento para reconstruir sus negocios en torno a los atractivos turísticos que, en forma natural, les provee el borde costero.
A estas alturas, la evidente brecha que separa el plan de reconstrucción con lo que quiere y necesita la población residente en el litoral regional, ha ido paulatinamente transformando el sufrimiento ocasionado por la catástrofe, en rabia e impotencia por los nulos avances y claridad en las tareas de reconstrucción. El manifiesto reclamo de los pueblos costeros por recuperar su vida normal en torno al mar, debe servir como argumento suficiente para activar en forma inmediata las tareas de reconstrucción que recupere, en forma mejorada, la infraestructura perdida en el lugar donde yacen las actuales ruinas dejadas por la catástrofe. Esta es la forma más efectiva de lograr una acelerada recuperación de la actividad económica y social de los pueblos devastados.
En este sentido, basta conversar con la gente de Dichato y Coliumo, ejemplos vivos de la tragedia que asoló a la zona costera de la Región del Bio Bio, para constatar que aún cuando el tsunami arrasó con sus viviendas y fuentes de sustento, se mantiene intacto el sueño de continuar
Renato A. Segura
Economista Facea UCSC