Finalmente y después de muchos dimes y diretes, los empresarios chilenos manifestaron a regañadientes su compromiso de aceptar un aumento en los impuestos como una fuente de financiamiento para la reconstrucción del país. La moneda de cambio: la voluntad del gobierno de enajenar activos públicos prescindibles.
A nivel académico se dio un consenso generalizado respecto que la privatización de empresas y la austeridad en el gasto público fue el gran paradigma del exitoso modelo económico implementado en la década de los ochenta. A partir de 1990 la política se dejó de profundizar, lo que pudo traer como consecuencia un negativo efecto en el crecimiento de largo plazo del producto interno bruto. Con la llegada del gobierno de Sebatián Piñera, se renovaron las esperanzas de retomar la senda de crecimiento económico mediante un agresivo programa de enajenación del patrimonio estatal.
Por otra parte, junto a la crisis financiera internacional, se reabrió la discusión sobre los efectos de largo plazo de un modelo de privatización sin contrapesos. En este sentido, el Gobierno de Estados Unidos se vio en la obligación de intervenir directamente en el sistema productivo y financiero para evitar el desmoronamiento de su economía, sin haber sido el causante directo del colapso económico. Paradojalmente en la economía mejor regulada del mundo, los sistemas de control no funcionaron.
Históricamente, la ineficiencia del estado en la administración de su patrimonio y las distorsiones generadas por los subsidios e impuestos estatales, han sido los principales argumentos para sostener la tesis de desvincular al gobierno de la economía de mercado. Sin embargo dicho argumento olvida los enormes costos que generan los conflictos de intereses y las asimetrías de información, las cuales en conducen a las economías subdesarrolladas, como la nuestra, a la proliferación de rentas monopólicas y a la exorbitante acumulación de riqueza en la elite de los grupos económicos de cada país. El Estado, a través de mantener presencia en la propiedad de empresas que participan en un mercado competitivo, puede contribuir significativamente en corregir dichas fallas.
La experiencia reciente nos demuestra que, sin los resguardos necesarios, un país que vende su patrimonio se desvincula de la riqueza que genera y se hace cargo de las ruinas en que queda frente a las contingencias.
Renato A. Segura
Economista Facea UCSC