Corría el año 1962 y el físico, historiador y filósofo de la ciencia estadounidense Thomas Kuhn (1922- 1996) publica en su libro “La estructura de las revoluciones científicas” un concepto que trascenderá su disciplina: el paradigma. Este paradigma nos muestra como una comunidad científica comparte cierto sistemas de valores, vías de conocimiento y técnicas en relación a su funcionamiento y validación haciéndose extensivo a la sociedad como concepto de visión de conjunto, suma de principios, metas ,medios y aptitudes que despliega una sociedad en su devenir. Este modelo se ve modificado en tiempos de crisis, cuando ya no se puede sostener en sus fundamentos y es reemplazado por otro (selección de un mejor relato científico).
Esto en ciencias ya ha ocurrido y seguirá ocurriendo. Basta ver ejemplos en cambios de visión epistémica (de la razón pura al conocimiento social encarnado), en sistemas biológicos (de la homeostasis a la creatividad lejos del equilibrio), en causalidad (de la causalidad a la emergencia en complejidad) y un etcétera cada vez mayor en publicaciones neo-paradigmáticas.
Y en relación a la humanidad, a la persona, ¿cuál es ese (o esos) nuevos paradigmas? Muchas veces creemos que todo el desarrollo de la humanidad recae en la mejora de la técnica, en el avance de la tecnología, en la descarga masiva de datos a velocidades cada vez mayores o la interconectividad sin límites temporales ni espaciales en esta era de la interrupción. Este pensamiento errado nos ha llevado a la situación de extravío, crisis, de sentirse a la deriva en una “dialéctica del naufragio”.
Gastón Soublette, salvavidas en tiempos revueltos, faro en período de borrascas, referente chileno, filósofo, esteta y musicólogo, amigo de Violeta Parra y discípulo de Lanza del Vasto, recientemente publica una reedición del Tao Te King, libro del Tao y de su Virtud, obra de profunda sapiencia, cuya autoría se le entrega a Lao Tsé, al cual poco se le conoce. Este texto fue escrito en una época de cambios en China, siglos de decadencia del antiguo Imperio de la dinastía Tchu (1122 – 225 a.C.), de “transición paradigmática” y resume por lo que indica Don Gastón “lo esencial de la sabiduría de los llamados santos soberanos de la antigüedad”.
Es un conocimiento imperecedero, que cobra al ver nuestro panorama de desorientación actual una mayor validez, ya que invita a la humanidad a reencontrarse con su entorno ( la naturaleza) y consigo mismo, no a través de lo material o técnico, sino que por medio de ese tesoro que está en el centro de su existencia que es la vida espiritual , la cual no debe llevarla a un bosque lejano o solitario ni a una alta cumbre para vivirla, sino “vivenciarlo en la cotidianidad” de su hogar, en el encuentro con sus pares en el trabajo , en el acto ciudadano de elegir lo mejor (y los mejores) para su nación.
Este compendio del siglo VI a. C. apunta a lo que Platón en su “República” señala como “metastrophe”, el giro interior, conversión a una mayor y mejor espiritualidad en estos tiempos de cambios (liquidez) al cual Hölderlin en clave de esperanza nos señala: “Pero allí donde hay peligro / crece también el poder salvador”.