Hace un tiempo ya que algunos varones venimos reflexionando sobre la manera en que ejercemos nuestros distintos roles, en espacios como los hogares y los trabajos, por ejemplo. Este proceso ha implicado – entre otras cosas – que los hombres revisemos la forma en que nos relacionamos con las demás personas, en términos generales, y que también repensemos el significado que la paternidad tiene para nosotros, de forma particular.
En muchos casos, estos ejercicios de reflexión y toma de conciencia se han traducido en una mayor participación de los padres en las actividades vinculadas a la crianza de los/as hijos/as, lo que ha quedado demostrado en diversas investigaciones sobre este tema (Encuesta IMAGES, 2011; Participación de los padres en el sistema público de salud, 2012).
Es así como los estudios indican que cuando estamos en nuestro hogar, los varones nos dedicamos principalmente a actividades como: jugar con nuestros/as niños/as, revisar sus tareas, bañarlos y acostarlos. En conclusión, hoy en día los hombres pasamos más tiempo con nuestros/as hijos/as en comparación a lo que sucedía hace algunas décadas, lo cual es un cambio notable respecto a la forma en que ejercían su rol parental nuestros padres y abuelos.
Pero si bien es cierto que estamos más presentes en nuestros hogares y que pasamos más tiempo junto a nuestros niños/as, la evidencia también señala que aún hay cierto tipo de tareas respecto a las cuales aún no nos responsabilizamos al cien por ciento. Estas actividades tienen que ver con lo que denomino el “cuidado más delicado” de los/as hijos/as, como por ejemplo: la preparación de sus comidas, la administración de medicamentos, el fortalecimiento de la expresión de afectos y la educación emocional. En parte importante de las familias de nuestro país, este tipo de tareas aún siguen siendo responsabilidad casi absoluta de las mujeres del hogar (madres, abuelas, cuidadoras, etc.).
De lo descrito anteriormente, se desprende sin duda el desafío de que los varones nos involucremos mayormente en el cuidado más delicado de nuestros/as hijos/as, ya que así avanzaremos realmente en materia de equidad y corresponsabilidad. Pero además, es importante que también se genere un cambio cualitativo en nuestra participación en la crianza, ya que ello nos permitirá generar espacios de encuentro más íntimos y emocionales con nuestros/as niños/as. Es así como estableceremos la cercanía afectiva que se requiere para construir una relación profunda y nutritiva entre padre e hijo/a, a través de la cual contribuiremos a su educación y preparación integral, entregándoles herramientas que les permitan afrontar de buena forma los distintos desafíos que la vida les depara.