Nuevamente la Reforma Tributaria


En una columna de opinión que escribí en 2014, señalé que la Reforma Tributaria impulsada por la administración de la ex presidenta Michel Bachelet “generaría una larga y persiste caída en el PIB de entre un 4,5% y un 9% en tres años. Con ello se perdería la mayor parte de la recaudación generada por la Reforma Tributaria”. También señalé que ésta caída vendría de la mano de una fuerte caída en la inversión.

Ciertamente, esto no era muy difícil de predecir, porque ha sido la tónica en todos los países en que se han subido fuertemente los impuestos. Desgraciadamente, esto se hizo realidad y la economía chilena creció en el período 2014-2017 un 6% menos que el período 2006-2009, donde tocó enfrentar incluso la segunda mayor recesión internacional de los últimos 100 años. También señalé en su momento que, esta caída en crecimiento, sería decreciente y se recuperaría la inversión, cuando se generara mayor certidumbre.

Nuevamente estamos enfrentados a otra discusión tributaria, lo que inhibe que se recupere la inversión, porque muchos proyectos pueden ser postergados esperando mejores tiempos y, otros, definitivamente no se harán porque con altas tasas de impuestos no serán rentables. El corazón de la reforma busca volver a la integración del sistema y que se paguen impuestos principalmente por las utilidades retiradas y no por las reinvertidas como ocurre actualmente en Chile. Esto que parece muy conveniente para el crecimiento, el empleo, el desarrollo de las pequeñas empresas y el aumento en los salarios, tiene por inconveniente una potencial menor recaudación que se podría compensar con más crecimiento y ésta es la piedra de tope que está dificultando que la nueva reforma se lleve a cabo.

Sin duda, es indispensable una nueva reforma, porque la anterior ha tenido consecuencias negativas para el crecimiento del país y para el desarrollo de las pequeñas empresas. Incluso la recaudación tributaria se redujo en casi 1 punto con porcentaje del PIB y ni siquiera se ha mejorado la distribución del ingreso. Pero, sobre todo, la reforma hizo extremadamente complejo nuestro sistema tributario y ello debe cambiar con urgencia.

La contrarreforma debiera preocuparse por simplificar el sistema tributario, ampliar la base tributaria sobre todo a los nuevos servicios tecnológicos, reducir la evasión y la elusión de aquellos que no acostumbran a cumplir con sus obligaciones tributarias, pero, debería dar los incentivos para que aquellos que si lo hacen – que creo deben ser la mayoría de las empresas y personas – creen riqueza.

Una fórmula que comenzó en los gobiernos de la concertación y que fue muy exitosa, es el incentivo a la reinversión de utilidades, aplicando bajos impuestos a las empresas, altos impuestos a las personas y un sistema integrado. Si, además, cerramos las puertas a la elusión y simplificamos el sistema, podemos volver a tener un sistema tributario eficiente pero además justo.