El domingo 8 de agosto celebramos un nuevo día dedicado a los niños y niñas y, en esta vorágine por elegir el regalo perfecto, conviene que como país y sociedad nuevamente reflexionemos sobre la niñez y, por cierto, sus derechos humanos. ¿Cómo es la situación de los niños y niñas en la actualidad?, ¿cómo les afecta vivir en un país desigual?, ¿qué alcances reales ha tenido toda la instalación de la perspectiva de derechos luego de la ratificación de la Convención de los Derechos del Niño por nuestro país hace ya tantos años?
Seguramente encontraremos un camino lleno de incongruencias y desencuentros, marcados por nuestra cultura adulto céntrica y la concepción moderna occidental de que los niños avanzan con el tiempo, haciéndose con ello más sabios, y que representan el capital social como “recursos” para el futuro. No encuentro otra explicación para la tardanza en crear condiciones de mayor justicia e integración como sujetos y actores sociales, para hacer participar a la niñez en su diversidad cultural y social, realizar un diálogo igualitario, generar una real ciudadanía, un marco para manejar derechos y que adquieran significado práctico, y construir una política de protección integral a la infancia con la consiguiente modificación legislativa y ejecución práctica.
Si bien hemos avanzado en la conciencia de que los derechos de los niños y niñas son derechos humanos, aún encontramos que falta mucho para que los ejerzan plenamente en los ámbitos de la familia, educación, justicia, participación política y social. Mientras el discurso de los derechos sea regulado por el mundo adulto, tomemos decisiones en altas esferas para su protección y ese mundo esté carente de comprensión para ellos en su sentido práctico, no lograremos el pleno gozo de los derechos humanos en la niñez y menos que logren identificarse con ellos en lo cotidiano.
En el Día del Niño regalemos escucha y visibilización, regalemos un compromiso como país de generar relaciones y prácticas más justas con la niñez, de real participación. No basta con la conciencia de las vulneraciones a las que están expuestos y la generación de acciones específicas, hay que actuar por la universalidad de los niños y niñas y por todos sus derechos.
Verónica Gómez Fernández
Académica Trabajo Social
Universidad Católica de la Santísima Concepción