Como sucede con la gran mayoría de las grandes figuras del mundo antiguo, la fecha del nacimiento de Jesús nos es desconocida. La sorpresa que esto nos pudiese producir se acrecienta cuando caemos en cuenta que los cristianos de los primeros siglos no tenían mayor interés en conocer la fecha del nacimiento de Jesús. Prueba de ello es que de los cuatro evangelios canónicos, sólo dos mencionan este episodio. El más antiguo, el de Marcos, no hace mención ni a la infancia ni la juventud de Jesús. Empieza con su ministerio público, inaugurado por el bautismo de Juan en el Jordán.
Para las primeras generaciones cristianas lo que estaba en el centro de su interés era la vida y el mensaje del hombre Jesús de Nazaret, su muerte en cruz y el anuncio de su resurrección. Narraciones de su infancia se encuentran sólo en Mateo y Lucas, y con considerables diferencias entre sí. Por tanto, evidentemente, hubo muchas comunidades del cristianismo primitivo que no conocieron narraciones sobre la infancia de Jesús.
Por otro lado, en los primeros siglos del cristianismo tampoco se festejaba la fiesta de Navidad. La fiesta principal era la Pascua, la fiesta del triunfo de la vida sobre la muerte en la resurrección de Jesús. ¿Cómo se llegó entonces a celebrarla el 25 de diciembre?
Hacia el año 336 d.C. tenemos noticia de una fiesta de Navidad en Roma que se celebraba el 25 de diciembre, desde donde se expandió rápidamente. Esta fecha la escogió la iglesia de Roma porque era el solsticio de invierno y en él se celebraba la fiesta del nacimiento del sol invicto, era la fiesta del nacimiento de la luz. Y para la iglesia de Roma y para todos los cristianos Jesús es la luz del mundo. Esto es lo que se llama inculturación de la fe. El contenido de nuestra fe es el que ha definido la fecha de la celebración y con toda justicia, porque Jesús el Cristo es el sol de justicia que ilumina nuestras tinieblas.
Arturo Bravo Retamal
Doctor en Teología Bíblica
Universidad Católica de la Santísima Concepción
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