El que fuera por 17 años, entre 1986 y 2006, Arzobispo de Concepción, Monseñor Antonio Moreno Casamitjana, ha partido para ser acogido en los brazos del Padre Dios al que sirvió con absoluta entrega.
Muchas y destacadas son las actividades que como sacerdote y obispo cumplió en vida primero en Santiago y en misiones en el sur de Chile, pero desde su nombramiento como arzobispo, Concepción, pasó a ser su ciudad de adopción. Después de su retiro del cargo, de regreso en Santiago por unos años, quiso volver para radicarse en esta ciudad, porque añoraba su labor en la zona. Siguió así participando en diversas tareas, siempre atento a las múltiples actividades y necesidades de la Iglesia y de la población.
Entre las múltiples acciones desarrolladas durante su arzobispado, monseñor Moreno deja un legado principal a esta región y al país. En 1990 la Pontificia Universidad Católica de Chile toma la decisión definitiva de desprenderse de sus Sedes regionales. Así, el arzobispo se enfrenta al desafío de asumir la continuación de la obra educacional católica en el nivel superior o terminarla. Después de un período de reflexión, análisis y diversas consultas y ante la trascendencia de dar el paso para crear una universidad propia, aunque se tratara de la continuadora legal de la Sede existente desde 1971, toma la determinación de hacerlo, consciente de la responsabilidad y los riesgos que ello involucraba. Justamente en ese tiempo, tuvimos la feliz oportunidad de preparar junto a él, particularmente en la parte jurídica y estatutaria, la formación de la nueva institución de enseñanza superior.
Nació entonces, por decreto del Arzobispo de 10 de julio de 1991 y dependiente de la arquidiócesis, la Universidad Católica de la Santísima Concepción, siendo monseñor Antonio Moreno su primer Gran Canciller. La Casa de Estudios ha cumplido recién 22 años desde su creación a los que se suman los veinte anteriores de la Sede Regional de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ese es el gran legado educacional que nos deja el pastor emérito, que hasta prácticamente horas antes de su súbita muerte siguió colaborando activamente con la Universidad que fundó, dado que realizaba investigaciones para el Instituto de Teología de la misma.
Tuvo, pues, oportunidad de ver y apreciar como en estos 22 años, su Universidad crecía y se consolidaba, con un visible aumento de infraestructura y de carreras, con un personal académico con gran número de postgraduados, llegando a tener un nivel de consideración importante en la región del Bío-Bío y en el país. Por ello también, su nombre y su labor a favor de la enseñanza superior, que se traduce en un creciente número de profesionales e investigadores, están llamados a permanecer en la memoria histórica de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, junto con sus sabios escritos sobre temas de especial trascendencia para la formación de las actuales y futuras generaciones.
Monseñor Antonio Moreno Casamitjana, junto con su capacidad académica, se destacaba igualmente por sus cualidades humanas, de ser un hombre y un sacerdote que, dentro de su habitual estilo de sencillez y modestia que lo caracterizaba, con su actitud siempre abierta, de amistad y de espíritu de servicio a los demás, fue un ejemplo y un guía de vida para muchos que tuvimos la suerte de conocerlo, alternar y cooperar con él. Estamos ciertos que ese efecto también lo sintieron quiénes, sin tener la ocasión de ser más cercanos, escucharon más de una vez sus enseñanzas a través del don de la palabra que poseía y que llegaba a quiénes podían escucharlo en su predicación o en sus conferencias. Por ello creemos tener la certeza de que permanecerá en el recuerdo de la comunidad pencopolitana.
Hernán Varela Valenzuela
Decano de la Facultad de Derecho
Universidad Católica de la Santísima Concepción