Quizás el principal problema del ranking de notas es que ha sido promocionado como lo que no es: un instrumento de inclusión a la educación superior. En un programa de televisión (Tolerancia Cero, 31 de agosto de 2014), su creador reiteró que benefició a más de 8.000 postulantes, los que además exhiben un 15% mayor de vulnerabilidad. Sin embargo, cifras oficiales del Sistema Único de Admisión del CRUCH (http://xurl.es/22ock) certifican que apenas 1.350 postulantes lograron ser seleccionados gracias al ranking y que 5.484 sólo mejoraron su preferencia de selección. Dentro de esos beneficiados, a su vez, hay personas de diverso nivel socioeconómico, por lo que a las cifras señaladas, habría que restar aquellos «no vulnerables», para obtener el neto de resultados en materia de inclusión. Frente a los 250.000 participantes del Sistema Único de Admisión, las cifras son menos que modestas a nivel del sistema y menos todavía a nivel de instituciones. Parece ser que el ranking “rasca donde no pica”.
Los modernos sistemas de admisión tienen la difícil misión de compatibilizar equidad, excelencia y eficiencia. La literatura comparativa demuestra que pretender lograr equidad mediante la calibración de criterios académicos de admisión, supuestamente más inclusivos, nunca tendrá los efectos ni la magnitud deseados. El cambio de la PAA a la PSU, y ahora el ranking, corroboran que con estos tecnicismos no habrá más equidad en el acceso. Además, centrar la discusión en los criterios académicos de admisión, es una manera oblicua de eludir los temas de fondo y cumple el efecto ideológico de dejar tranquilas a las pocas instituciones metropolitanas que concentran al estudiantado de las elites, que ahora pueden decir que son «más inclusivas». Mientras, las universidades regionales, todas ampliamente inclusivas, siguen esperando que el Estado no desatienda la labor que vienen realizando en esta materia desde mucho antes que se hablara de ningún ranking de notas.
¿Significa esto que el ranking es un fracaso? No necesariamente. Todo lo que conduzca a una apropiada valoración de la enseñanza media en la admisión a la educación superior es positivo. Tomar en cuenta el rendimiento académico en contexto, implica poner en valor el aprovechamiento que hace el buen estudiante de las oportunidades que tiene, con independencia de los factores adscriptivos a los que son sensibles las pruebas estandarizadas. La señal que una política de esta naturaleza envía a la enseñanza media es potente: vale la pena el esfuerzo y la aplicación, en cualquier contexto, ya sea este adverso o privilegiado. El punto es que esa es una política, en el mejor de los casos, con efectos marginales en inclusión. El diseño, además, debe ser más cuidadoso y considerar todas las aristas posibles. Por ejemplo, el posible comportamiento estratégico de los postulantes es algo que se desatendió. La migración de estudiantes de unos liceos a otros, para mejorar su ranking, no admite un argumento moral de condena. Después de todo, ¿quien participa en un sistema que tiene por objeto seleccionar, con otro interés que no sea ser seleccionado en la mejor opción personal posible? Condenar la protesta de los estudiantes de colegios emblemáticos, por una suerte de «egoísmo», no sólo es un absurdo, sino que desconoce los pobres resultados de esta política precisamente en la materia en que se pide una suerte de auto inmolación de estos postulantes.
¿Es que entonces no hay manera de lograr una mayor inclusión, que equipare en parte las disimiles oportunidades educacionales que tienen los estudiante chilenos? Los sistemas nacionales de admisión que han debido enfrentar este problema, lo han hecho derechamente, mediante políticas de acción afirmativa, y no mediante tecnicismos oblicuos. Los instrumentos para este propósito pueden ser variados; cuotas, bonificaciones por vulnerabilidad, etc. Sin embargo, ¿estarán dispuestas las universidades metropolitanas que concentran a los hijos de las elites para reservar una cuota de, digamos, el 20% de las vacantes de todas sus carreras a personas de estratos sociales hoy sub representados en su aulas? Es ahí donde realmente pica.