La Papelera no


El país se conmueve con el escándalo de colusión en el que se ve involucrada la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones. La indignación se justifica por la violación al principio de libertad en el mercado que sufrimos todos los consumidores.

El tema ha sido tratado por distintos personeros, que de una u otra perspectiva han centrado sus juicios en la arista económica, dejando de lado un aspecto clave que merece a mi entender una reflexión más profunda por lo que representa el principio de libertad y la CMPC.

Durante el gobierno de la Unidad Popular se puso en marcha una política económica orientada a construir un modelo socialista (históricamente fracasado), donde los espacios a la iniciativa privada se reducían drásticamente.

En la consecución de esta política estatizadora, la Unidad Popular en octubre de 1971, anunció el proceso de compra de acciones de la CMPC para traspasar al área estatal la industria del papel más importante de país.

Ese mes de octubre, la empresa inició su defensa apelando esencialmente a la grave amenaza que significaba para la libertad de información que el Estado monopolizara la elaboración de papel para los medios escritos de comunicación independientes u opositores al gobierno, por ejemplo, la realidad de Cuba.

Se planteó y con total razón, que la lucha por la libertad de expresión, amenazada por el intento de estatización, era clave como garantía de todas las demás libertades ciudadanas.

La campaña de defensa de la papelera caló hondo en la ciudadanía y fuimos cientos de miles los que colaboramos en la defensa de una libertad que consideramos gravemente amenazada.

Finalmente, con el respaldo mayoritario de la ciudadanía se evitó que la estatización anunciada se concretara y se logró que se mantuviera la libertad de expresión, con la creación del llamado Fondo Nacional de Libertad de Expresión Escrita.

En esa época el principio a mantener fue el de la libertad, dejando en un lugar muy subalterno el interés de lo material, del lucro; se defendió una parte esencial del ser humano considerado en riesgo.

Apena e indigna lo ocurrido ahora, pero refleja la sociedad presente, donde el consumismo y lo material corrompe los ideales y lamentablemente cruza de manera transversal a los actores responsables y secundarios en nuestra convivencia nacional. La enseñanza que deja este escándalo y otros que lo antecedieron, nos impele para insistir en que los principios no pueden claudicarse pues son el único basamento real y verdadero para construir de forma segura una mejor sociedad.