La palabra y la comunidad


Atemporal es la incansable búsqueda del ser humano en pos de explicar la realidad, de dar sentido al devenir de nuestros días, de unir el todo bajo la palabra y la comunidad. Heráclito, “El Oscuro de Éfeso”, filósofo griego del siglo VI a.C, amante y creador de sentencias, nos acerca a la incógnita de como desentrañarla. “La physis tiende a ocultarse”. Esta physis, naturaleza de lo real, es huidiza, fuente de incertidumbre para la humanidad, dolor de cabeza vital y vertiente infinita de angustias existenciales ante la eterna pregunta de qué es la realidad (pregunta tipo Matrix).

¿Qué nos diría nuestro filósofo si viviera este 2021, tiempos de Netflix y delivery, época de pandemias y revueltas, de avances tecnológicos y cambios de paradigmas sociales? ¿Se nos aleja más nuestra physis de poder ser ordenada? ¿Hubo alguna vez un orden independiente del ser humano? Pero esa harina (orden natural y ser humano), es harina de otro costal.

Heráclito nos habla del “logos” concepto multidimensional que en esta columna la asimilaremos a la “palabra”. Así es, la palabra que usted y yo gastamos en nuestras conversaciones (y malgastamos o no debiéramos de pronunciar según Pablo d’Ors), que elevamos como plegaria en “estos tiempos interesantes” o los transformamos en unos y ceros al escribir en las redes sociales.

La “palabra” es una reunión entre dos siempre, es dialógica. Aristóteles en el segundo texto del Organon llamado “Sobre la Interpretación” indica este encuentro entre las “cosas reales” y las “concepciones del alma” que se despliegan en lo oral y lo escrito, todo esto mediado por el “logos”. Lamentablemente “no sabemos escuchar ni hablar” nos recuerda el “Oscuro”. Debemos darnos cuenta como comunidad tanto local como global que sólo a través de la palabra, del diá-logo, podemos surcar las extensas e ignotas aguas de la incertidumbre. Sólo la intersubjetividad lograda con la palabra dialogada permitirá superar los desafíos éticos que nacen en estos nuevos tiempos de comunidad globalizada.

Esta comunidad, si seguimos al Estagirita, siempre apunta a un bien, bien no individual o personal sino común. Heráclito nos habla en su fragmento 89 de la pérdida de esta comunidad: “Que los que están despiertos tienen un solo mundo en común, en cambio, de los que duermen cada uno se vuelve a su propio mundo particular”. Este mundo transpandémico, ante la pérdida del diálogo en él, la exención del “logos” en la sociedad en temas tan relevantes como el aborto, la justicia social, la eutanasia, la desigualdad social y mil temas más, nos hacer ver que vamos más dormidos que despiertos por la vida (en nuestra burbuja personal no dialogante, plena de individualismo y pseudo-autonomía).

Esto nos ha llevado a la pérdida del mundo en común. Somos islas cada vez más apartadas en un mar atestado de incógnitas. Falta diálogo, diálogo sincero, ese encuentro entre dos o más personas con la única finalidad de buscar la verdad. Verdad que está ahí afuera (y a la vez dentro de cada uno) y que no es amiga de la inmediatez. Sólo nos falta saber escuchar y hablar “de verdad”.