La (in) ( a) moralidad del acceso a la salud


Hago eco de las palabras de Monseñor Fernando Chomali frente a la disparidad de oportunidades para tener acceso a la salud en nuestro país. INmoral, ya que transgrede la dignidad de la persona, ya que escinde la sociedad en ciudadanos de primera categoría (los que tienen dinero para acceder a seguros privados que les entregan salud de calidad y oportuna) y aquellos ciudadanos de segunda categoría que no pueden acceder a estas instancias por lo que deben someterse a un sistema que no les asegura una atención de acuerdo a su dignidad. Y no hay populismo en mis dichos.

Basta con sólo buscar el informe OCDE Health Data 2015 que evacúa este grupo de 34 naciones “desarrolladas” sobre los sistemas de salud de sus miembros y darse cuenta de nuestra realidad. Y aquí va lo de Amoral, lo falto de, de la carencia de crítica social, estatal (y personal) frente a esta “normalidad” que daña día a día a miles de personas por el sólo hecho de no tener moneda de cambio o de no reclamar sus derechos. Ya que creo que la salud es un derecho no un bien transable (Artículo 19 de la Constitución Política de la República de Chile: “El Estado protege el libre e igualitario acceso a las acciones de promoción, protección y recuperación de la salud y de rehabilitación del individuo). Pero eso es creer, ya que la “realidad”, lo constatable diariamente dicta lo contrario.

Según el informe de la OCDE 2015 Chile presenta una de las tasas de inversión per cápita en salud más baja de los “34” (de U$ 1.606 per cápita) siendo el promedio de la OCDE de U$ 3.453. La tasa de sobrevida en diferentes cánceres (cáncer de mamas o cáncer cervical) es más baja si la comparamos con otros países. También el acceso a atención primaria de calidad debe fortalecerse, ya que presentamos la tasa de ingreso hospitalario más alto debido a diabetes mellitus.

El bolsillo de los ciudadanos en nuestro país desembolsa un gran porcentaje del gasto en salud, 1/3 del total, el tercero más alto entre los países de la OCDE. Claramente no somos potencia en salud. Pero si lo macro falla, no es excusa para que lo micro, el trato diario con el que padece, el saber técnico, en la valoración del otro que sufre, como prójimo, como vecino, como hermano, no se despliegue en toda su potencia en los agentes de la salud, y si somos testigos de la catástrofe sistémica no seremos cómplices de la debacle valórica.