La pobreza y las brechas sociales y económicas que presenta nuestro continente y más aún nuestro país, donde Chile se encuentra en el segundo lugar del ranking de desigualdad social de América Latina, es un fenómeno que puede abordarse desde distintas perspectivas.
La pobreza no sólo es una situación de carencia, sino también de falta de oportunidades que permitan a las personas sentirse reconocidas por el grupo social e interactuar con el medio ambiente. Por tanto, las personas que se encuentran en situación de pobreza no sólo carecen de bienes económicos para cubrir sus necesidades de subsistencia, ya que tampoco cuentan con los recursos personales, sociales y comunitarios que les posibiliten participar efectivamente dentro de sus formas de vida para lograr cualquier objetivo valorable.
Ante lo complejo de la condición de pobreza, podemos entender que no basta con las políticas sociales implementadas por el Estado, más aún, en este último tiempo, en que nuestro país se ha visto impactado por fenómenos naturales que, por lo general, afectan mayoritariamente a la población más desposeída, ya que ésta no cuenta con capital económico y social para solucionar desgracias sobrevinientes que empeoran su situación.
Probablemente es la comprensión de esto lo que lleva a los jóvenes de nuestro país y de América Latina a hacerse cargo de colaborar responsablemente en la solución de los problemas sentidos de la población más vulnerable. En honor a los voluntarios de Un Techo para Chile que fallecieron el pasado fin de semana, es que se hace indispensable reconocer su tremendo compromiso desinteresado, ya que su actuar no sólo respondía a la contingencia social del momento posterior al terremoto, sino más bien al profundo convencimiento que no bastaba con la construcción de la vivienda y de los servicios básicos, era necesario un acompañamiento integral, que los conformó como la red de apoyo de las personas con las que se involucraron.
Tuve la posibilidad de acompañar a una de las familias que perdieron a su hijo en el accidente, y vi en ellos la tranquilidad de sentir que su hijo no fue una víctima, sino más bien un héroe social capaz de comprender las reales necesidades de sus pares que, por efecto de la historia y los hechos de los mismos hombres, les tocó vivir en condición de privación.
Estos voluntarios y muchos otros han tenido la capacidad de comprender el fenómeno de la pobreza y son poseedores de un capital que los llena de riqueza social y emocional, con el que tienen la certeza que provocarán un cambio y una mejora a nuestro país. Por ello es necesario que las instituciones y los medios de comunicación difundan las innumerables actividades que realizan miles de jóvenes voluntarios que trabajan día a día en forma anónima y que sólo se convierten en noticia en la tragedia. Es necesario mostrar a la comunidad el interés de los jóvenes por ayudar, con el fin de despertar en las nuevas generaciones el compromiso social con los más necesitados.
Paola Núñez Arroyo
Asistente Social
Jefa Departamento de Bienestar Estudiantil
Universidad Católica de la Santísima Concepción