¿Investigar en humanidades?


En el artículo “Qué hacer con las humanidades” publicado en Artes y Letras del 12 de mayo de 2019 (p. 5) se dice que en el concurso regular del Fondo Nacional Chileno de Desarrollo Científico y Tecnológico se asignaron casi $ 60.000 millones para las ciencias naturales y exactas, y las disciplinas del aérea tecnológica, mientras que para las humanidades, artes y ciencias sociales se asignaron casi $ 20.000 millones. Está claro que esta situación no es solo chilena, sino mundial.

En un artículo de Josh M. Olejarz publicado en la “Harvard Business Review”, de agosto 2017, y titulado “Liberal Arts in Data Age”, el autor insiste sobre la importancia del estudio de las artes liberales, pues explica que en un mundo en que domina el pensamiento computacional y los big data, el peligro es un pensamiento pre-determinado de modo mecánico por algoritmos. De este modo, las soluciones a problemas se deben resolver de modo estandarizado, según soluciones pre-confeccionadas. Es el sueño de todo Poder dominante: que todos tengan un pensamiento único, que Bergson llamaría tout fait, ya hecho, un pensamiento científico-computacional cuantitativo, repetitivo, sin novedad, sin imprevisto. En este sentido, el Poder dominante quiere remover como irracional el imprevisto acontecimiento del pensamiento com-puesto en una relación-amistad libre entre hombres (cf. la obra de Orwell, 1984).

Ahora bien, la filosofía y las humanidades se co-instituyen ante todo como una amistad libre del pensamiento que el Poder (el panóptico de Jeremy Benthan) no puede controlar en sus éxitos imprevisibles. En segundo lugar, un pensamiento flexible (Bergson), es decir, filosófico-humanista haría bien al mismo pensamiento computacional-científico tan rígido, semejante a la rigidez máxima del rigor mortis. Feyerabend en su “Tratado contra el método” ha escrito: “Una educación científica como se imparte en nuestras escuelas no puede reconciliarse con una actitud humanista. Está en conflicto con el cultivo de la individualidad que es lo único que produce o puede producir seres humanos bien desarrollados; dicha educación mutila por compresión, al igual que el pie de una dama china, cada parte de la naturaleza humana que sobresalga y que tienda a diferenciar notablemente a una persona del patrón de los ideales de racionalidad establecidos por la ciencia, o por la filosofía de la ciencia”. Finalmente, y como se afirma en el artículo de Artes y Letras ya citado, la “univocidad autorizada de las disciplinas llamadas duras” (Sonia Montecinos) tiene repercusiones en la misma investigación hecha en las Universidades, pues “las exigencias de rendimiento y productividad no toman en consideración la temporalidad de la reflexión, la pesquisa y la generación de conocimiento que es propia de las humanidades” (Pablo Oyarzun). Investigar en humanidades cuesta muy caro a quien quiere asumir esta tarea, frente al desinterés globalizado de los fondos de desarrollo de los Estados (y de las mismas universidades).