Entre los años 1960 y 2010, según datos del Banco Central, la Región del Biobío creció un 36% menos de lo que lo creció el País durante el mismo periodo, y las consecuencias están a la vista; pobreza y altas tasas de desempleo.
Entre los años 1960 y 2010, según datos del Banco Central, la Región del Biobío creció un 36% menos de lo que lo creció el País durante el mismo periodo, y las consecuencias están a la vista; pobreza y altas tasas de desempleo.
Estos indicadores, poco alentadores sin duda, no sólo comprometen el bienestar de la población, sino que también, la capacidad de crecimiento futuro de esta.
Si la Región quiere alcanzar el desarrollo, necesita crecer y avanzar, cómo, potenciando las ventajas competitivas, principalmente las que están relacionadas con los recursos naturales, y avanzar, a través de la Innovación, en otros sectores de interés que presenta la Región.
Se debe convenir que la innovación, debe ser entendida como el proceso de creación de valor económico, mediante el cual ciertos productos o procesos productivos, que se han desarrollados en base a nuevos conocimientos o a la combinación novedosa de conocimiento preexistente, son introducidos eficazmente en los mercados.
Esta vía de desarrollo asegura, por cierto, mayor crecimiento. Pero también abre la posibilidad de avanzar hacia una mayor equidad, pues tiene como base el conocimiento, un activo cuya propiedad, se puede repartir de manera mucho más equitativa a través de la formación, a diferencia de lo que ocurre con el capital o los recursos naturales.
El Biobío puede y debe plantearse este desafío, existe el contexto y el entorno adecuado para aprovechar una gran oportunidad; Centros de Educación Superior, Asociaciones o Agrupaciones Empresariales y un nuevo Gobierno, que debe tener la disposición, para establecer el marco regulatorio apropiado y generar entornos de crecimiento que, en definitiva, empujen a la región en una dinámica de crecimiento sustentable y progresivo.
Estos tres actores deben convertirse en socios estratégicos, donde las Universidades deben trabajar en alianza con el sector privado, apoyados por un marco normativo e incentivos financieros que el Estado debe proporcionar, a través de la generación de políticas adecuadas de apoyo a las Regiones.
Iván Valenzuela Díaz
Académico
Facultad de Cs. Económicas y Administrativas (Facea)
Universidad Católica de la Santísima Concepción