(Con esta Eucaristía celebramos el dies natalis del Papa Juan Pablo II -en la historia de los santos se llama “día de su nacimiento” al de su partida al cielo-. La comunidad universitaria con su rector al frente, Profesor Fernando Jiménez Larraín, participó de la Eucaristía ofrecida a los pies de la Cruz en que encomendamos el eterno descanso del Papa. El Director de Pastoral, Padre Cecilio de Miguel, acompañado de los sacerdotes que trabajaban en la Universidad, presidió la Eucaristía y pronunció la siguiente homilía)
La Eucaristía es el sufragio mejor que podemos ofrecer por los vivos y por los difuntos; sufragio es la ayuda que damos a quien verá acortado su tiempo de purificación dolorosa gracias a las obras buenas hechas por quienes le quieren y están en gracia de Dios.
Pero hay veces que dedicamos la Eucaristía no tanto a rezar por alguien, sino a dar gracias a Dios con el acto que mejor consigue hacerlo y que hasta tiene el nombre de “acción de gracias”, pues esto significa la palabra Eucaristía.
Conscientes de que un “santo” ha terminado su peregrinar por esta tierra, venimos a agradecer a Dios que nos entregara este verdadero “indicador de ruta”. Y nuestra Universidad, dada su condición de “católica” no podía faltar a este verdadero himno de agradecimiento que está recorriendo el mundo. Y la hacemos junto a un “ícono” que tiene doble significación: es el símbolo del cristiano, como toda cruz, y ésta en concreto nos trae al recuerdo la Eucaristía celebrada por el Papa a sus pies en el Club Hípico hace 18 años.
Juan Pablo II ha terminado su vida de peregrino incansable y portavoz de dos sentimientos que envolvieron a Chile en toda su geografía, el amor y la paz. Además su recuerdo actualiza los tres puntos troncales de su magisterio físico entre nosotros: nos evitó una guerra fratricida y absurda, nos animó a descubrir que los pobres no pueden esperar, y nos aseguró que el amor es más fuerte.
Juan Pablo II pasó ya a la vida eterna; hasta con los ojos de la fe podemos adivinar su llegada al cielo: donde el Hijo de Dios le habrá visto llegar cansado, casi arrastrando una humanidad que lo dio todo, hasta se quedó sin voz. Fundido en un abrazo con Cristo, el hermano mayor, ha sido invitado a entrar en el gozo, entre los aplausos sobre todo del Hijo que tiene manos y el regocijo del Padre y del Espíritu Santo. Y María habrá estado muy cerca en esa escena, con los ojos especialmente llenos de luz y ternura al ver llegar a quien quiso ser “Todo tuyo”, lema que colocó en su mismo escudo papal, para no olvidarlo y que los demás lo supiéramos. Sería el “huerfanito”, el solo en la vida, pero con una Madre que le cobijaría y defendería hasta de los intentos asesinos por eliminarlo.
Y hasta es posible que los ángeles hayan estrenado una sinfonía especial con una letra que le encantaba al Papa: las bienaventuranzas, una vez más casi no entendidas por nadie, pero sí vividas intensamente por él. El nos recordó que vivir las bienaventuranzas es el mejor modo de encontrar a Cristo ya en esta vida, y con Cristo la felicidad plena; u ¿olvidamos que El anunció el ciento por uno en esta vida y después el cielo eterno a quienes fueran siervos buenos?.
Es más, haber convivido con Juan Pablo II es una bienaventuranza
-o ¿no es un premio comprobar que quien insistió tanto en la importancia del ser, deje en su testamento que no tiene que testar nada porque no tiene nada? ¿Hay corazones más libres que los que aman la pobreza?
-o ¿dudamos siquiera que él pertenece al número de los mansos, aquellos tendedores de puentes entre los contendores, y que no se dedicaron a arrebatar las armas a los violentos, sino que hablaban de tal manera del amor, que muchas veces éstos las deponían por absurdas y no sólo inhumanas?.
-o ¿no nos resulta fácil ver en su modo limpio de mirar a uno de los “limpios de corazón” que serán los que podrán ver a Dios y descubrir que por eso, podía hablarnos del Dios “visto” como de un Dios tan cercano y nunca del escondido entre las estrellas?
-o ¿no hemos adivinado todavía que quien recorrió el mundo como “mensajero de la paz”, y se desgastó ofertando entendimientos entre los hombres tenía en su rostro y en sus abrazos los rasgos de los regaladores de paz con su sola presencia?
Pasará mucho tiempo hasta que descubramos la grandeza de un alma que tiró tan fuertemente de un cuerpo que parecía lastre. Y en esa lección de sus últimas horas entre nosotros, hasta de su solo cuerpo, iremos encontrando respuesta a la pregunta de por qué era tan amado.
El fue para tantos que necesitamos a Dios el hombre que vivía así porque había descubierto a Dios. Cada día iremos descubriendo que ese batidor de marcas en kilómetros recorridos, discursos pronunciados, muchedumbres ante las que hablaba, ha sido también un rezador con marcas difíciles de igualar: sentía la urgencia de evangelizar como San Pablo, pero fue siempre concha que da de lo que rebalsa y nunca caño por el que pasa el agua y que quedó seco al pasar la última gota. Sobre todo los jóvenes seguían al Papa porque encontraron en él al hombre de Dios que impulsaba a buscarlo y hallarlo. O ¿tiene otro significado su mayor grito escuchado en Chile: “Miradle a El. El amor es más fuerte”?.
Como Universidad católica tenemos todos cuantos trabajamos, enseñamos y estudiamos una deuda especial con Juan Pablo II. El nos dejó en un documento de su abundante magisterio con rasgo de importante por el mismo tenor que la titula la CONSTITUCION SOBRE LAS UNIVERSIDADES CATOLICAS, la “Ex corde Ecclesiae”, las características de una Universidad Católica; tal institución debe poseer:
“1.-una inspiración cristiana por parte, no sólo de cada miembro, sino también de la Comunidad universitaria como tal;
2.-una reflexión continua a la luz de la fe católica, sobre el creciente tesoro del saber humano, al que trata de ofrecer una contribución con las propias investigaciones;
3.-la fidelidad al mensaje cristiano tal como es presentado por la Iglesia;
4.-el esfuerzo institucional al servicio del pueblo de Dios y de la familia humana en su itinerario hacia el objetivo trascendente que da sentido a la vida”.
Una Universidad católica será el lugar donde se examina a fondo la realidad, y por tanto se integra el saber que engloba los dos medios que Dios entregó al hombre para que alcance la verdad: la fe y la razón, y donde no se hallarán nunca fuerzas que se contraponen entre sí, sino que se complementan. En una Universidad Católica caben los mayores sabios, que si además tienen fe encontrarán en Dios la verdad que buscan y que además hace libres.
Juan Pablo II nos animará con su porte de universitario genuino a no tener miedo en llegar al fondo de las cuestiones, convencidos que allí estará la verdad, porque está Dios. Y nos dará la gran lección al decirnos que sólo una vida coherente hará del sabio ser sabio, y que el respeto que siente por todo le llevó a ser quien colabora y nunca quien sustituye. Quienes pasamos por una Universidad Católica debemos ser de los que prefieren una esclavitud que libera a una libertad que esclaviza. Debemos formar parte de aquellos que no sólo respetan al otro por tratarse de una persona, sino de los que dan de sí mismo los máximo, pues eso hacen los que aman.
El haber elegido este lugar de nuestra Universidad para celebrar esta Eucaristía ha estado motivado porque este símbolo de Cristo y que lo es ya de nuestra enseña institucional queremos que nos presida siempre. En muchos de nosotros debe dejar una impronta, y que cada vez que miremos una cruz recordemos donde trabajamos o dónde nos formamos. Y la que fue señera de un mundo cristiano, la cruz, siga siendo la que ilumina el quehacer de los hombres. Nosotros lucharemos contra tantos que luchan por arrinconarla, pero no haciendo de ella una arma que divide, golpea o desorienta, sino el motivo por el que servimos mejor, ayudamos más y respetamos siempre. El hombre de mente clara, despejada como su frente, sin arrugas donde nunca sabemos qué se esconde y que hoy motiva este encuentro ante la misma cruz que presidió su tarea sacerdotal en Concepción hace 18 años, nos ilumine y comprometa para hacer ya de nuestra Universidad una universidad distinta.
Pbro. Cecilio de Miguel Medina
Director Pastoral
Universidad Católica de la Santísima Concepción