Eran cuatro los que huían en el cascarón patera: Jamil el padre, Fairuz su esposa, Samir y Dina, la nena.
Les costó subir al bote, que reventaba en promesas; una esperanza: ir a Europa; atrás Siria, rica tierra.
Y eran tantos los que huían, que el mar tragó la patera; quedando solo el silencio y una pelota en la arena.
Más al sur hay otra huida: María y José sorpresa con un encantador Niño, perseguidos en su tierra,
refugiados en Egipto, como predijo el profeta.
Alejandría, la culta, con gran tradición hebrea pudo acoger en sus calles, y en su playa al mar abiertas a la Sagrada Familia. José con martillo y sierra asegura el pan diario; María y Jesús la estrella acarician por vigía de un futuro en otra tierra.
Jesús con poquitos años pero hermoso y feliz juega con algo hallado en la playa; son unas sencillas trenzas de una muñeca escupida por el mar mismo en la arena. Y detrás llega una niña: ¡Dina!, llama Jesús a la nena, que dice ¡gracias Jesús!…Y una pelota bien tersa es seguida por Samir que a su hermana abraza y besa, mientras sus pies en la arena indican que vienen más: Fairuz, buena esposa esbelta con su esposo el buen Jamil, que dice: “Jesús, la tierra que acoge a los refugiados es don que Dios mismo besa”.
Y Jesús se va feliz y con cuatro a casa llega, donde su madre le abraza y el hogar les da en ofrenda.
Y llega José cansado y comparte rica cena, que María ha preparado; la Siria y la Galilea se abrazan pues son hermanas…Esto le dijo a la tierra Nuestro buen Dios, el Niñito, en la primer Nochebuena.