Para todos aquellos que tienen hijos en edad escolar y pagan sus impuestos, sin elusión ni evasión, es ciertamente la mejor noticia de sus vidas, pues el doble pago que hacen (impuesto y copago) se reducirá únicamente a impuestos, lo que les permitirá invertir en otros bienes para sus familias, que ha de redundar en una diversificación de gastos y no en concentración de ellos como es hasta ahora.
Sin embargo, y más allá del bien público que se consagra con la gratuidad de la educación, es el momento ideal para discutir el proyecto de país que queremos construir con una educación gratuita. Es un proyecto país, con la participación de todos y no como lo han decidido hasta ahora aquellos que tienen el poder político. Es el momento apropiado para cuestionarnos por el tipo de sociedad que queremos tener y con qué tipo humano hemos de contar para formarlos conforme a ese ideal humano y de sociedad. ¿O seguiremos dependiendo de la exportación de nuestros recursos naturales (salitre, cobre, vino harina de pescado, chips, etc.) y exponiendo ”siempre“ nuestro futuro a la especulación de los mercados mundiales? La búsqueda del desarrollo como país ha estado amenazada históricamente por la incapacidad de nuestros gobernantes para visualizar y concretar un país inclusivo, justo y democrático.
Por ello, antes de universalizar la gratuidad de la educación superior (terciaria) es la ocasión de preguntarse por los técnicos, profesionales y graduados universitarios que se necesitan para alcanzar exitosa y comparativamente un desarrollo en áreas como los alimentos, el manejo de catástrofes, el uso de minerales no metálicos abundantes en el país, por ejemplo, y desarrollar conocimientos y tecnologías que nos permita gozar de una cierta tranquilidad. No analizar la relación educación-desarrollo sólo servirá para hacer gratuito un mercado -descontrolado- de matriculas, asegurando financieramente la continuidad del giro educacional de las instituciones sin pensar en las necesidades que tiene el país para alcanzar su desarrollo y dejar de depender de sus recursos básico. ¿Existe relación entre el desarrollo local y el sistema educacional regional?, ¿Cuál es el aporte de la Educación Superior al crecimiento de las economías y al desarrollo de las comunidades locales (regionales)?, ¿Dónde y en qué trabajan los graduados universitarios formados en la región del Biobío?
Podríamos tratar de responder algunas de estas preguntas y después decidir qué y cuántos técnicos, profesionales y graduados universitarios son necesario formar, con recursos del Estado (gratuitamente), para hacer crecer económicamente la región (y en todas las regiones) y lograr con ello el desarrollo humano que nos aleje del penúltimo lugar de pobreza que ocupamos desde hace varias décadas.