“En política pasa como en las matemáticas: todo lo que no es totalmente correcto, está mal”. Edward Kennedy. Es evidente que la opinión pública de nuestro país está cada vez mas descontenta con el actuar de nuestra clase política. Ese malestar latente de nuestra sociedad, ya ha quemado largas horas de debate, que han ocupado a intelectuales, científicos sociales y, también por qué no decirlo, a los gobiernos de turno. Hoy, cuando el espíritu de la protesta está adquiriendo cada vez más adeptos, y las calles y los medios de comunicación se inundan de ejemplos en donde la “ciudadanía” hace escuchar su voz en la calle, aparecen situaciones paradójicas (por ponerle un apelativo) a la sucedida el fin de semana pasado en el municipio de Hualpén.
Que una persona que se encuentra formalizada por la justicia, asuma un puesto de representación ciudadana, es poco pertinente. Pero que además, éste sea el hijo del alcalde destituido y también formalizado por diversos delitos relacionados con corrupción, es a mi juicio, francamente impresentable. Una necesaria acotación antes de continuar, no cuestiono acá la perspectiva legal, que sin duda, ha permitido que dicha decisión del consejo municipal sea tomada; si no que me refiero a lo que esta acción aporta a la percepción que tiene la opinión pública de la clase política.
Cuando observamos el comportamiento de la sociedad chilena en temas relacionados con lo político, podemos apreciar que si bien existen estudios que demuestran que la confianza en diversos organismos políticos tales como Gobierno, Congreso, sindicatos, municipios y partidos políticos ha decaído sostenidamente (ver www.cepchile.cl), el apoyo a un régimen político como la democracia es aún alto. Basta ver que Chile es un país con una tasa de votantes relativamente alta, sobretodo en las generaciones más adultas, y que movimientos anti-sistema tienen escasa aceptación dentro de la población.
Independiente de este apoyo al sistema democrático, podemos observar, contrariamente, que la aceptación y la evaluación de los gobernantes han tenido un comportamiento errante. Tal situación, es en sí compleja, puesto que la estabilidad de los regímenes políticos se funda en la confianza y la legitimidad que el pueblo entregue a quienes lo gobiernan. La mala evaluación que hace el electorado de sus representantes genera desafección política, y por tanto, que las personas sientan que no tiene sentido participar y actuar políticamente, debido a que éstas no tienen un efecto real en el mejoramiento de sus condiciones de vida. Tal situación podría explicar en parte la “aparente apatía” de los jóvenes a votar. Habrá que esperar a ver los frutos de la inscripción automática, y de los movimientos estudiantiles del último año.
El rol de los políticos en los procesos de integración y cambio social es fundamental, en ellos radica la representación de los intereses del pueblo y la búsqueda del bien común, pero tal representación debe estar fundada, como diría Maquiavelo, en la virtud. Tal cualidad, es la que al parecer se ha perdido el fin de semana pasado en las autoridades de Hualpén.
Francisco Fuentes Contreras
Sociólogo
Académico de Facultad de Comunicación HIstoria y Ciencias Sociales
Universidad Católica de la Santísima Concepción