La contingencia política y social del minuto obliga a comentar cuál, creo será, la posición que adopten las empresas familiares de la región y el país ante los anuncios presidenciales orientados a mejorar las pensiones de nuestros trabajadores.
Como ya he planteado, las empresas familiares son un tipo de animal particular en la inmensa selva que representa el mundo de los negocios y el emprendimiento. Estas tienen su ADN particular, que les lleva a dar prioridad a un conjunto de elementos intangibles que les generan un valor socioemocional que no están dispuestos a sacrificar.
Las empresas familiares son organizaciones con nombre y apellido, muchas de ellas gestionadas por sus dueños y las decisiones que tomen día a día no solamente afectan los resultados financieros de la empresa sino que también la reputación y el buen nombre de la familia. Del mismo modo, en muchas de estas empresas, especialmente las pequeñas y medianas, la relación de los dueños con sus trabajadores es diaria, lo que lleva a construir fuetes lazos más allá de la relación laboral contractual.
Lo anterior no son comentarios antojadizos. Existe evidencia que prueba que las empresas familiares presentan un mayor compromiso social que las empresas no familiares. Estos estudios demuestran por ejemplo, que estas empresas, en términos generales, presentan un mejor comportamiento medioambiental, mayor prioridad por desarrollar acciones de responsabilidad social corporativa, así como también muestran que son más activas en desarrollar vínculos con la comunidad y en su aporte de donaciones.
Sin embargo, la sombra de la caída en el crecimiento económico hace que no sea fácil el desafío social que hoy se les plantea. Las empresas familiares requieres al igual que las empresas sin apellido de un ambiente económico que les permita ser eficientes y competitivas. De otro modo, se pone en riesgo su continuidad, así como también su capacidad de cumplir con ser un aporte social y económico para el país.
Por eso creo que la coyuntura actual es un tremendo desafío y una gran oportunidad para las empresas familiares de la región y el país. Está demostrado que éstas no solo asumen la responsabilidad de crear valor económico, que es un hecho que deben hacerlo para poder sobrevivir, sino que también asumen la responsabilidad de dejar un legado a las futuras generaciones. Hoy la contingencia social les entrega la oportunidad de ir más allá y de transformarse en un actor relevante de los cambios para un Chile mejor.