El joven José


En el contexto de la Jornada Mundial de la juventud, Madrid 2011, que la Iglesia celebra por estos días, me ha parecido pertinente ofrecer una nota sobre un personaje juvenil que es presentado en la Biblia Hebrea como paradigma a seguir y que la tradición judía y cristiana lo ubica en el origen mismo de los patriarcas israelitas. Se trata del joven José.

El relato sobre el joven José lo tenemos en el primer libro de la Biblia, concentrada en Gn 37-50, denominada “la novela de José”. Pero también se menciona a nuestro personaje en el Nuevo Testamento, así está presente en Jn 4,5; Hch 7,9.13.14.18; Hb 11,21.22; Ap 7,8 e incluso su tradición ha inspirado la creación del libro apócrifo judío denominado “José y Asenet” (JyA), escrito en los primeros siglos de la era cristiana. Todo esto demuestra la importancia que ha tenido su figura tanto en el judaísmo con el cristianismo.

Gn 37,2-50,26 con excepción del cap. 49 (que es un anuncio profético en forma de poema dado por Jacob a sus hijos), narra las aventuras y desventuras de José. El primer dato que se menciona es su edad de 17 años y su función de pastor dentro de su numerosa familia. Es rechazado por sus hermanos por ser el favorito de su padre Jacob y por sus sueños que nadie comprende bien. Esto le llevó a un intento de homicidio por parte de sus hermanos que finalmente lo vendieron a unos extranjeros. Éstos, ismaelitas/madianitas lo revenden como esclavo al egipcio Putifar, ministro y jefe de la guardia del faraón. Trabajó como administrador de la casa del egipcio, soportó heroicamente el acoso sexual de la mujer de Putifar, la que con calumnias logró hacerlo encarcelar. Estando preso desarrolló al máximo su don de interpretar los sueños, llevándole esto al puesto más alto que cualquier hombre podía aspirar: gran visir del faraón. Pasaron siete años de abundancia y estando en los siete años siguientes de hambruna –que el mismo había interpretado de los sueños del faraón- se produce las idas y venidas de sus hermanos desde Canaán hacia a Egipto y viceversa; mostrando el relato grandes momentos de suspenso y desarrollo de la trama, que concluye con el desenlace de la revelación por parte de José y el reconocimiento por parte de sus hermanos más su padre Jacob hacia él. Se produce el perdón y José actúa gratuitamente beneficiando en cada momento a su familia, salvándole de la crisis económica, viviendo en una fraternidad ejemplar.

La vida del joven José se presenta como paradigmática, como un modelo a seguir; el relato va mostrando paulatinamente las cualidades del personaje en el ejercicio de sus acciones. Así podemos ver que es:

1) consciente de su don de interpretar sueños que lo usa siempre para el bien (40,8-23; 41,15-36);

2) paciente, ante la adversidad porque confía en Dios, aún en situaciones límite (37,23-36; 39,19-23);

3) firme en sus principios morales, no se deja llevar por la seducción que conduce al pecado y la infelicidad (39,7-12);

4) justo, es un buen administrador que actúa en justicia y solidaridad (47,13-26);

5) misericordioso, porque perdona y busca la reconciliación (47,27-28; 50,19-21).

El relato de la historia de José se presenta al lector mediante una reflexión sapiencial de cómo debe actuar el hombre que le va bien en la vida, viene a ser la antítesis de Job, donde se presenta la reflexión de cómo debe actuar el hombre al que le va mal en la vida. Ambos textos concuerdan en un punto fundamental: cultivar una vida anclada en el Señor y esta adhesión personal y profunda lleva a la necesaria consecuencia de vida unida a la felicidad y plenitud. José -el joven gran visir extranjero- logró ser “superior de todos los gobernadores y magnates del monarca; rico, sensato, mesurado, que actuaba como consejero del faraón” (JyA 1,5), porque “el espíritu divino y la gracia están con él” (JyA 4,9b), como muy bien lo expresa el texto judío de José y Asenet.

Pablo Uribe Ulloa
Académico Instituto de Teología
Universidad Católica de la Santísima Concepción

P.U.