En estos álgidos tiempos que corren y que remecen paradigmas (entre otras cosas), los varones tenemos una tremenda oportunidad: aprovechar estos vientos de cambio y de generación de una nueva consciencia para girar la cabeza y enfocar la atención en nuestro interior.
Este no es un espacio que visitemos habitualmente, ya que la sociedad, nuestras familias, los medios de comunicación y la educación que recibimos – en general – nos enseñaron que nuestro foco debía estar afuera, en la calle, en lo público. Por ello nos cuesta identificar lo que sentimos y nos resulta aún más difícil expresarlo y compartirlo, ya que el sistema de socialización nos enseñó que se podría interpretar como un signo de debilidad y fragilidad.
Pero tal como señala Rodrigo Calderón (2017), el “hacer visible, mirar y pensar de otro modo resultarán ejercicios carentes de sentido si se reduce ese movimiento a un acto de razón, a una enunciación de laboratorio”. Por ello es importante darse tiempo para conectarnos con nuestro interior, ese lugar donde habitan nuestros sentimientos y emociones, aquello que nos mueve y nos conmueve, pero respecto de lo cual no siempre estamos conscientes.
Atender a nuestro interior es relevante pues él dirige nuestro actuar: “Más allá de direccionar su conducta a partir de procesos lógico-racionales, los individuos actúan en función de pulsiones emocionales” (Ivan Pincheira, 2013). De esta manera entonces, comenzar a prestarle atención a nuestros sentimientos y emociones generará una serie de descubrimientos, quizás muchos de ellos no muy fáciles de digerir, pero que, al fin y al cabo, nos ayudarán a crecer y nos señalarán nuevas rutas por donde avanzar.
Pudiera parecer que estos lugares interiores son recónditos o están muy ocultos, pero basta con poner realmente atención a qué te pasa cuando tu pareja opina distinto a ti, cómo te sientes cuando tu hijo/a te acaricia o te besa, qué temores emergen en ti frente a una situación desconocida o supuestamente amenazante, qué sentimientos afloran cuando extrañas a alguien que ya partió o que no ves hace tiempo. Si los hombres somos más conscientes del aquí y el ahora en momentos como estos podremos ahondar y reflexionar con más facilidad sobre cómo nos sentimos y qué necesitamos desde el punto de vista emocional y espiritual.
Además, el emprender este camino permitiría que los hombres podamos resolver de forma pacífica y respetuosa conflictos vitales que, hasta ahora, hemos abordado con las ya conocidas consecuencias para nuestra salud física, mental y emocional: “Vemos que los hombres tienen tasas más altas de suicidio, más enfermedades cardiovasculares y se encuentran más solos cuanto más envejecen”, tal como lo señaló Fredric Rabinowitz con motivo del lanzamiento de un conjunto de guías para trabajar con niños y hombres elaboradas por la Asociación Estadounidense de Psicología en el año 2018.
En esta toma de consciencia está la clave para que los varones caminemos por nuevas rutas, y si bien la auto observación y la reflexión sobre sí mismos no es algo que los hombres hayamos ensayado lo suficiente a lo largo de nuestras vidas, nunca es tarde para comenzar y para eso nos tenemos a nosotros mismos y a cada vez más congéneres motivados a transitar por estos terrenos.