El caballero de la Blitzkrieg en África, el general más popular de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, el llamado ‘zorro del desierto’ por los británicos, Erwin Rommel, murió en Heidenheim (Alemania) el 14 de octubre de 1944.
A 76 años de su muerte, su mito romántico como héroe militar sigue cautivando a muchos, y atrayendo a una revisita histórica a otros. Sin embargo, más allá de la admiración que despierta por sus hazañas militares, su vida, sus acciones y las circunstancias que rodearon su muerte siguen siendo un enigma, que invita a reflexionar sobre su figura como hombre y leyenda.
Mucho se ha escrito en torno al Rommel militar, especialmente en Estados Unidos y Europa occidental. Todavía hoy día sus tácticas son estudiadas en academias militares de distintas partes del globo. Pero en Rommel subyacen dos rasgos que ameritan una meditación a la luz del tiempo. Por un lado, el general suabo demostró perseverancia personal y profesional; asumió retos difíciles y logró vencer a adversarios que le superaban en número, tanto Caporetto durante la Gran Guerra como en el norte de África en el transcurso de la segunda conflagración global. Los obstáculos temporales, materiales o geográficos no lograron amilanar a aquel hombre delgado de estatura promedio, nada especial por lo demás, que creyó firmemente en lo que lo hacía y por lo que luchaba, Alemania.
Hasta aquí no parece haber nada singular sobre lo que se ha dicho sobre Rommel, su convicción por su profesión y su país. No obstante, hay más. Precisamente, la última etapa de su vida, de 1943 a 1944, devela que, Rommel el hombre, el ciudadano, comenzó a ver con otros ojos el futuro de la guerra para Alemania y la responsabilidad de la autoridad política en la conducción del país. Esto no representa en Rommel un cuestionamiento a su patriotismo, sino más bien una fuerte dosis de realismo. Para esa fecha parecía previsible que Alemania no ganaría la guerra y, peor aún, quedaría atrapada entre los Estados Unidos por el oeste y Rusia por el este.
Estos últimos meses de la vida de Rommel han sido intensamente debatidos por la historiografía, para determinar el grado de participación del zorro del desierto en la conspiración y atentado del 20 julio de 1944, contra Adolf Hitler en Prusia Oriental. Más aún, el 6 de junio se había producido el desembarco de Normandía por parte de los aliados, lo que inevitablemente empujó a las fuerzas alemanas hacia el interior de Francia. En este contexto, se hace nítido el otro rasgo de Rommel, su convencimiento de que la guerra debía acabar, su horror ante las noticias de los crímenes cometidos en el Frente Oriental, y de que se debía negociar con los estadounidenses y británicos cuanto antes. Claro está, Rommel era un militar profesional y no un político. A pesar de su racionalidad, esto pasaba por deponer a Hitler del poder, lo que causaba una posición, cuando menos, ingenua en el mariscal, y más realista entre los conjurados.
En la actualidad, Rommel sigue siendo un enigma, entre el deber del soldado profesional y las circunstancias de su tiempo, entre el compromiso y la razón. Estudiado y admirado, Rommel continúa dando lecciones sobre lo complejo de tomar decisiones difíciles, sobre la necesidad de hacerse cargo de las cosas, sobre la constancia del trabajo bien hecho, y sobre la mística por asumir los desafíos donde otros prefieren mirar hacia otro lado. Rommel pagó con su vida sus acciones, pero su entrega inspira a reflexionar y compaginar las demandas del mundo de hoy.