El aborto: consentido o ¿sin sentido?


Simplificando el concepto hegeliano de Zeitgeist o espíritu de la época, que da cuenta de las características de una progresión socio-cultural de los grupos humanos, podemos afectadamente deducir que asistimos a un tiempo en que los conceptos se han tergiversado tanto (y como para colocarse a la altura de la época que se asoma) que lo absurdo pasa por lógico, entonces, a estas alturas, aflora en mi caso, un inevitable descolocamiento. Al parecer no siempre hemos sido humanos, si se considera que un embrión solo es humano a partir de los tres meses de gestación y otros incluso al nacer.

Antes de eso, al menos en el lapso de esos tres meses, ¿qué fuimos todos nosotros, entonces? ¿Una ET, una semilla de baobab? Mi duda existencial ahora gravita en descubrir qué he sido antes de tornarme, milagrosamente o solo por arte de magia, en un ser humano. ¡Qué complejidad!

Nuestras madres, abuelas, bisabuelas, tatarabuelas y choznas, de alguna manera se las arreglaron, no sin dolores, dentro del espíritu de sus tiempos, sin píldoras del día anterior, del día después o del día del medio, y ¿cómo, entonces, existiendo en la actualidad tanta manera de prevenir embarazos no deseados, no se previenen y evitan esa violentación de llegar a tales extremos y someterse a abortos clandestinos exponiendo la vida? El actual espíritu pretende engullirnos como un derecho el deseo de las mujeres de deshacerse del embrión que no les parece y lo más probable es que, como están haciendo nata para conseguirlo, lo logren como quien va a extraerse una muela, un furúnculo, un juanete, un quiste o un apéndice producto de una vida sexual a rienda suelta, la cosa es eliminar como sea el estorbo acusete de esa vida sexual sin voluntad, a veces precozmente iniciada  y por adolescentes, que son las únicas que actualmente continúan con la vida.

Las demás están ocupadísimas en realizarse profesionalmente para luego adoptar los mismos apéndices acusetes de las más jóvenes, que han tenido la mala fortuna de continuar con un embarazo.

Así como vamos, pronto seremos portadores del antiguo espíritu espartano, o del más cercano espíritu nazi: solo humanos bien formados, carentes de taras, deformaciones, nada de downs, solo hombres bellos e inteligentes, olvidándonos que los atenienses nos legaron, y solo por nombrar alguno, un Homero, que en la otra cultura, no habría sobrevivido, sino desechado por ciego, o actualmente a un Stephen Hawking con la latencia de una enfermedad motoneural, o sea, una esclerosis lateral amiotrófica, no le dejarían nacer en ese futuro que nos espera, porque, según las mentes brillantes de esta época, el aborto no es un asesinato; es un derecho humano.

Violeta-CaceresVioleta Cáceres Cáceres
Encargada Museo de Arte Religioso
Universidad Católica de la Santísima Concepción