Respecto del significado, importancia y relación entre “educación” y “democracia”, no sólo es evidente su confusión sino se ha tornado compleja y problemática por las consecuencias que se generan en el orden práctico. Son dos realidades humanas confundidas (como otras), trastocadas y manipuladas al punto que parece no haber modelos que permitan asegurar y garantizar un desarrollo humano integral del hombre y la sociedad.
La prueba más elocuente de ello es el estratificado sistema educacional chileno, construido por una clase política que entiende la democracia de manera despótica y funcional a la economía. La escuela ha pasado desde ser un medio trasmisor de la cultura a una organización desarrolladora de competencias para sobrevivir en un mundo mercantil.
Es menester recuperar el sentido originario de la educación escolar, por el rol vital que tiene como forma de vida en comunidad y fortalecimiento de la comunicación humana, donde se aprenda a ser con otros, convivir con personar diferentes, practicar valores sociales y morales que sirvan de fundamento al sistema político.
De los cuatro pilares de la educación que postula la Unesco, Aprender a Ser -desarrollar valores, la ética, las convicciones y superar toda forma de fundamentalismo-, junto a Aprender a Convivir para desarrollar habilidades de diálogo, trabajo en grupos, construcción de consensos y resolución pacífica de conflictos son esenciales a fin de hacer de la educación el medio que tiene la sociedad para consolidar una democracia verdaderamente humanista. La fuente de la democracia es una educación de calidad y equitativa.
Aladino Araneda Valdés
Académico Facultad de Educación
Universidad Católica de la Santísima Concepción