Siempre es buena ocasión para imprimir una pausa en medio de la borrasca, esperanzados en que la consecuente reflexión nos acercará a la cordura. Disipando la polvareda de la contingencia, cabe preguntarse: ¿existe algo así como una paideia chilena? ¿Artes liberales o Humanitas, o bien, simplemente adiestramiento en competencias, habilidades y destrezas?
Dentro de un escenario eminentemente hostil a la teoría, no son pocos los que, enarbolando el slogan de la “calidad”, suman fuerzas hacia la domesticación para el mercado fraguando el “hombre masa”, nuestra propia versión de “un mundo feliz”: ¿educación o despersonalización del sujeto moderno?
La lógica utilitarista no se contrarresta con otro sistema ideológico. El vetusto llamado a la acción-transformación de la sociedad, inherente a los “activismos” -y, por esta vía, a la noción misma de “reforma”-, destaca como uno de los principales síntomas de la generalización de la mentalidad ideológica de nuestro tiempo. Siguiendo al filósofo alemán Josef Pieper, “la filosofía no es un saber de funcionarios, sino, como ha dicho John Henry Newman, un saber de gentlemen; no un saber útil, sino un saber libre”.
En consecuencia, la genuina universidad, abriendo espacio al saber libre por excelencia, se contrapone a la mera erudición o cientifismo, a la suplantación de la filosofía -amor a la sabiduría- por filodoxa. Sin más restricciones que la búsqueda de la verdad, debemos resguardar la universidad de la enajenación de la inteligencia. En suma y recordando las reflexiones de un sabio profesor, ante un escenario cada vez más adverso al verdadero conocimiento, resulta apremiante rescatar la genuina idea de universidad: despertar en los hombres el sentido de lo real que las ideologías, cada cual en su vereda, siempre aniquilan.
Andrés Stark Azócar
Académico Instituto de Teología
Universidad Católica de la Santísima Concepción