Desigualdad social y salud


La última Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen) 2017, muestra que la desigualdad en Chile sigue igual o peor en términos de distribución de ingresos.

Esto ya no es novedad. Pero más allá de las implicancias económicas y sociales, también marca a fuego el estatus sanitario de la población implicada. ¿Y esto qué significa? Ya no es solo la «ideología biomédica dominante» que cree que los determinantes individuales genéticos o de estilo de vida (dieta, ejercicio, consumo de tabaco o alcohol) determinan la situación de salud de la población, sino que hay otros factores relacionados con las condiciones de calidad de vida y trabajo que son más gravitantes y más gravosos para los gobiernos de turno. Por lo tanto, las personas más pobres son las más enfermas, ya que la pobreza no tiene implicancias solo a nivel socioeconómico, sino también a nivel sanitario.

Nos alejamos de los paradigmas lineales y reduccionistas y nos abrimos a enfoques sistémicos, organizacionales, tectológicos, determinantes sociales tienen injerencia en la salud y se deben corregir. La Organización Mundial de la Salud ya colocó la mejora de esta brecha como objetivo (número dos) en la estrategia de «Salud para el siglo XXI». Estamos lejos de lograrlo, pero se puede, ¿y cómo? Con voluntad política, con conocimiento, con arduo trabajo y con solidaridad hacia el otro como declara el Papa Francisco al referirse sobre el deber de la solidaridad que «nos obliga a buscar modos justos de compartir, para que no exista esa dramática desigualdad entre quien tiene demasiado y quien no tiene nada, entre el que descarta y el descartado».