Desde hace unos años se viene promoviendo decididamente el desarrollo de las académicas en ciencia e innovación. Prueba de ello, es la implementación en 2021 de la “Política Nacional de igualdad de Género en Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación”; y fondos que destinan universidades para el desarrollo de la innovación, con especial atención en temas de género.
La pregunta es por qué es necesario generar apoyos ad hoc para estos efectos. Un argumento, que cruza las explicaciones de la poca presencia de mujeres en resultados y productos científicos, es el tiempo en que suceden los hechos públicos y de la vida privada.
Fue en 1877 cuando las mujeres comenzaron a entrar a las universidades, instadas a estudiar preferentemente carreras “femenizadas”, es decir, marcadas por un perfil asistencial. A la fecha, el ingreso a universidades ha sido permanente y explosivo: de acuerdo al Servicio de Información de Educación Superior en 2021 la cifra de mujeres aumentó en un 5,9%; y el de hombres, un 3,0%.
A pesar de que han pasado más de cien años, el 55,1% de las mujeres elige carreras predominantemente asistencialistas, exceptuando carreras de algunas áreas de ingeniería. De todos modos, su presencia en carreras tecnológicas y científicas sigue siendo baja.
Una vez que completan sus estudios de pregrado y comienzan sus postgrados, la situación con los hombres es bastante paritaria. En estudios de magíster se advierte un balance de un 50%. En cambio, en estudios de doctorado el 65% corresponde a hombres y el 35% a mujeres.
La situación vuelve a jugar en contra del desarrollo de las mujeres cuando ingresan a ocupar cargos académicos en universidades. La razón sigue siendo el tiempo, esta vez en un sentido sincrónico del concepto. El estudio sobre tiempo promedio destinado al trabajo remunerado y no remunerado de hombres y mujeres en 16 países de Latinoamérica informado por la CEPAL, indica que las mujeres destinan más del doble (+40%) del tiempo que los hombres (-20%) a tareas no remuneradas. Las razones no han variado mucho desde que en 1877 ellas entran a la universidad: una parte importante de sus tareas siguen relacionadas con el cuidado de personas.
Para seguir desarrollándose en ciencia, no solo es necesario trabajar en una repartición más justa de los trabajos de la vida diaria, sino además se requiere implementar en las universidades mecanismos que establezcan condiciones más igualitarias. Una de ellas, podría ser ponderar de manera diferente la productividad científica de las académicas en períodos reproductivos.
Si las mujeres fueran evaluadas tomando en consideración que cuentan con aproximadamente la mitad del tiempo que dedican sus pares hombres al desarrollo de las actividades académicas, podríamos contar con más mujeres titulares en sus universidades, habría más opciones de contar con rectoras, con más científicas y más innovadoras.