Desarrollo de hábitos alimentarios saludables en niños


El gusto por compartir experiencias en relación a los alimentos es trascendental, sobre todo para los niños. Muchos estudios indican que existe una relación entre los sabores, la memoria sensitiva y/o los procesos emocionales, concluyendo que los hijos de padres que ingieren un tipo específico de alimento son más propensos a consumirlo, y que ocurre lo mismo con los alimentos “preferidos” de los padres, muchas veces a largo plazo terminan siendo elegidos por los hijos. Siendo estas experiencias fuente de reflexión para la construcción de hábitos.

Así, las preparaciones con frutas y verduras son esenciales. Entre ellas, jugos de frutas natural, limonadas, aguas saborizadas, postres como macedonia, brochetas de fruta, ensaladas, ceviches de verduras o bastones de verduras. Todas son buenas opciones para preparar en familia durante tiempos de confinamiento.

A ellas se suman preparaciones más elaboradas como vegetales rellenos, cocadas con avena y plátano, panqueques de avena con yogurt, sushi de tortillas de maíz, pizzas con zapallo italiano, fajitas, ensaladas de legumbres. Lo esencial es tener disponibilidad de alimentos saludables en casa.

Paralelamente, la presentación de la comida también juega un papel importante, mientras más entretenidos se presenten (caritas, personajes favoritos, animales) más probabilidad de éxito de aceptarlos tendrá, los niños tienen una inagotable fuente de imaginación que pueden aplicar en la cocina.

Hay que ser enfáticos en que jamás hay que obligarlos a comer, ya que el alimento que ofrecemos o las experiencias que tengan los niños con la comida sea saludable o no, es trascendental en el desarrollo de los hábitos alimentarios y la preferencia de tal o cual alimento en etapas posteriores. Es por ello que resulta determinante que los padres sean quienes escojan que tipo y calidad de alimentos están presentes en el hogar, como consecuencia el niño no podrá acceder en casa a bebida azucarada si los padres no la compran.

Por último, es necesario recalcar que obligar al niño a comer, calmar con la comida o premiar con la comida, siempre será desacertado, ya que estas acciones se relacionan a largo plazo con el aumento de riesgo de padecer distintos trastornos de la conducta alimentaria como aversiones dietéticas, patrón de alimentación poco saludables, obesidad, anorexia, bulimia, trastorno alimentario compulsivo, entre otros.