En un interesante estudio realizado por la doctora en psicología clínica María de los Ángeles Páramo nos habla de que existe un cierto grupo, no menor, de adolescentes que están cada vez más atraídos por lo que Dinas Burak denomina “cultura de riesgo”.
Ejemplos de esta cultura serían la búsqueda del cultivo del cuerpo perfecto en hombres como mujeres, lo que lleva a realizar dietas extremas, repetidas y acompañadas de ejercitación violenta e inadecuada que terminarían en lesiones traumáticas o trastornos como la anorexia y bulimia. También se encontrarían los piques automovilísticos, que pueden tener consecuencias fatales; relaciones sexuales sin protección; consumo de bebidas alcohólicas y drogas hasta quedar casi o completamente inconscientes, entre otros.
Existen factores comunes que determinan estas conductas riesgosas, apareciendo como las más relevantes: la edad, expectativas educacionales, rendimiento académico; la familia y ciertas variables psicológicas como la autoestima, el estrés y la depresión.
Un adolescente está menos vulnerable cuando tiene una familia contenedora, es decir, con la capacidad de escuchar, acompañar, aceptar y comprender a su hijo en las situaciones difíciles. Es importante que los padres conversen con sus hijos, rescaten sus aspectos positivos y los valoren, ya que cuando el joven presenta una sana autoestima está menos expuesto a situaciones riesgosas.
Lo importante de destacar del estudio es que cuando se les consulta a los jóvenes a quiénes recurren cuando tienen problemas, si bien tienen claro que la familia es a la que deben acudir, finalmente terminan compartiendo sus preocupaciones con amigos por temor al castigo. ¿Cuál sería la reacción que tendría un padre si un amigo de su hijo lo llama a las 4.00 de la madrugada, avisando que éste se encuentra intoxicado producto del alcohol? Más que recriminarlo, lo indicado sería acudir en su ayuda y esperar que esté recuperado para conversar con él y hacer de esta vivencia una experiencia para aprender.
Es normal que la mayoría de los padres tenga miedo a que sus hijos puedan “perder el rumbo”, sin embargo, no tiene por qué ser así. Lo que necesita un adolescente es un ambiente que lo ayude a generar aprendizajes de vida y eso implica aceptar que los hijos van a tomar decisiones incorrectas y, por lo tanto, se equivocarán más de una vez, pero que esto es parte normal del crecimiento.
Es así como la familia es la que debe actuar en este periodo como un grupo operativo y convertirse en el referente más importante para el joven y al que pueda acudir confiado, bajo cualquier circunstancia.
Daniela Sáez Sáez
Psicóloga Clínica
Univesidad Católica de la Santísima Concepción