Cristianismo, democracia y participación


Este 23 de octubre estamos convocados a elegir alcaldes y concejales pero, a propósito de los hechos de corrupción conocidos, el nivel de participación ciudadana no se ve bien.

Hay quienes se niegan a participar porque se ven distantes del ejercicio político en la medida en que no responde a sus necesidades; otros entienden que quienes están en política se han servido de ella para obtener beneficios personales y, para otros, sencillamente, el compromiso social no les mueve, pues están más preocupados de su bienestar que en la construcción de un orden social justo y participatiyo.

¿Qué hacer entonces? Lo que debemos hacer es reencantar a quienes se han desilusionado; animar a quienes han perdido la confianza en la democracia y mostrar, a quienes pretenden desconocer la necesidad del otro, que la vida alcanza su perfección posible en comunión con los demás.

Al respecto, el cristianismo tiene mucho que decir, pues exige una mirada crítica de la realidad; mirada atenta, analítica y propositiva que se vive en el sano ejercicio político. Una fe comprometida ilumina el actuar del creyente en la sociedad.

Fe y compromiso social se complementan. La fe que empapa nuestro ser ilumina, también, la praxis política de quien está dispuesto a salir de sí mismo para ir al encuentro del otro. Y, como este encuentro es condición esencial de una correcta práctica cristiana, el compromiso social deja de ser una posibilidad convirtiéndose en exigencia.

El cristiano está llamado a comprometerse activamente en los procesos sociales y no puede comprenderse a sí mismo como un mero espectador de ellos o sólo como su voz crítica. Ser cristiano implica vivir a diario la caridad -que en su lectura social llamamos solidaridad- que como tal ha de expresarse en obras.

Es, de este modo, que debemos ser capaces de superar lo que nos aleja de una politica mal vivida. Las prácticas impropias de algunos servidores públicos no justifican abstenerse de opinar, actuar y participar democráticamente.

No existe, entonces, convocatoria irrelevante si queremos ser protagonistas de la construcción de un Chile humano y fraterno, justo y solidario, consciente y dialogante, abierto e inclusivo.