La crisis se da cuando en algo se nos mueve el piso, cuando perdemos aquello que considerábamos seguro. El término crisis es una palabra griega que viene del verbo kríno que significa juzgar, discriminar, es decir, distinguir entre una cosa y otra y, más específicamente, distinguir entre el bien y el mal.
Crisis, por tanto, es una situación en la que ciertas seguridades caen y se inicia un proceso de revisión de lo que creíamos para ver qué es todavía válido y ha de permanecer, qué hay que modificar y qué hay que botar. De acuerdo a lo anterior, es cierto que la crisis conlleva incertidumbre, desencanto, pero también constituye una inmensa oportunidad, porque esa revisión es la que permite reencontrar la senda perdida y/o descubrir nuevos caminos.
En el Antiguo Testamento, las figuras que surgieron para enfrentar las crisis fueron los profetas. Ellos fueron los vigías de la alianza, que levantaron su enérgica voz para recordarles al pueblo y a las autoridades que se habían olvidado del pacto hecho con Dios o que lo estaban transgrediendo.
La crisis por la que está atravesando hoy la Iglesia tiene distintas formas (no se reduce sólo a los abusos sexuales), y se da en distintos niveles, aunque se manifiesta con mayor fuerza en los pastores (obispos y sacerdotes) y laicos que tienen algún grado de autoridad. Y es por todos sabido que quien tiene mayor autoridad tiene, también mayor responsabilidad.
En el capítulo 34 de su libro, el profeta Ezequiel dirige un duro ataque contra los pastores de Israel (refiriéndose con ello tanto a las autoridades civiles como religiosas), porque no apacentaron el rebaño, sino a ellos mismos.
Me parece que una causa importante de la crisis (aprieto, tribulación) que estamos viviendo es la falta de crisis como revisión. Nos hemos acomodado y hemos olvidado o pervertido la misión para la cual fuimos escogidos: seguir a Jesús en el servicio a los demás. El Señor Jesús nos ha enseñado a estar siempre vigilantes, siempre en crisis, es decir en revisión, para ver si hemos perdido el centro que es Jesús y la entrega a los demás, en especial, a los más necesitados. Éste es, a mi entender, el camino que nos hará salir renovados y purificados de esta crisis.